CHILE: POR EL DERECHO A SACAR LA VOZ

Amnistía InternacionalPor Carolina Castillo, Amnistía Internacional

Son muchas cosas en estas últimas semanas, como me lo recordaba Natalie Ortiz, Coordinadora del Equipo de Derechos Humanos de la Diversidad Sexual de Amnistía Internacional, así que comencemos.

A mediodía, en plena calle, un grupo de hombres amparados por la impunidad, decidieron insultar y dar golpes a Briggite Viola y Niki Raveau.  Primero comenzaron los insultos: ellas caminaban por la calle, ellos las vieron y las insultaron ¿por qué? Porque sí, porque pueden. Porque, tal como lo expresó Niki en su comunicado, todos los días las mujeres trans pasan por eso, pero nadie hace nada.

Sin embargo, la tarea de todo activismo es erguirse ante la discriminación, mirar a los ojos y alzar la voz: y Briggite y Niki son activistas y son valientes. Quieren un mundo mejor y un mundo mejor no se construye agachándole la cabeza a la violencia. Los encararon. Les preguntaron por qué las insultaban. Pero ellas eran 2 y ellos 5. Rápidamente la cobardía del grito anónimo se transformó en la cobardía del que se sabe en superioridad de fuerzas. Así, vinieron los golpes.

Nuestra sociedad tiene muy bien determinado quién puede defenderse de la agresión y quién debe encogerse de hombros, “dejar pasar”, no meterse, callarse. De las personas Trans siempre se espera que callen, incluso que sonrían cuando la agresión es presentada como “una broma” o que simplemente vean el insulto “como una opinión”, como es el caso de las discusiones, léase las comillas, “académicas” respecto de la identidad de género.

Y si me permiten, quisiera detenerme aquí un momento. El 20 de agosto en un medio de comunicación se publicó una carta firmada por algunos abogados y académicos, en la que presentan su propia postura sobre lo que es la identidad de género. Cito: “Toda distinción entre hombre y mujer se vuelve arbitraria si cada individuo puede optar por su identidad sexual y desconocer su realidad biológica”. Agregan además que el cuestionamiento a esta distinción vendría de algo oscuro llamado “Teorías de Género”. Insisto, la carta se pretende académica, pero, por alguna razón, no da argumentos académicos de ninguna clase para oponerse al Proyecto de Ley sobre Identidad de Género. Si hubieran puesto atención a las clases de filosofía sabrían que día a día la biología discute sobre estos temas que quienes suscriben la carta dan por sentados con la liviandad del lego.

Si “la realidad del sexo biológico” fuera tan evidente de constatar, nadie habría discriminado o violentando a Caster Semenya, atleta sudafricana. Nadie la habría forzado a someterse a exámenes médicos; porque, al contrario de lo que opinan estas personas, al parecer tener útero y vagina no es suficiente para demostrar que se es mujer. Y no, el hecho de que su nivel de testosterona sea mayor que el promedio de las mujeres no la vuelve hombre. No de manera científicamente demostrable. Pero ella debe callar y acatar, incluso en algunos medios se le recomendaba “dejarse perder” para demostrar que es mujer y no un hombre.

Y ya que estamos hablando sobre los juegos olímpicos, no podemos dejar de lado el comentario de un periodista de TV respecto del “pasado decadente” de Michael Phelps, presentando como prueba el hecho de que se habría involucrado sentimentalmente con una mujer que era “hombre de nacimiento”. Yo me pegunto: ¿Qué le pasó a esa persona trans que vio y escuchó en televisión pública, que es “decadente” que alguien se enamore de él o ella? ¿Cómo verán su futuro? ¿Es que acaso ese comentario, que se pretende “informativo”, de la misma manera que la otra carta se pretende “académica”, no es violento? ¿Acaso no produce sufrimiento? Pero esa persona debe callar. Debe pretender que no escuchó.

Debemos entender que el discurso transfóbico, al igual que el homo o lesbofóbico, está basado en una idea muy determinada acerca de lo que es un hombre o una mujer y cómo deben “verse”. Y extrañamente el “cómo debería verse” una persona también debería determinar lo que esa persona siente, de quién se puede enamorar y de quién no, etc. Y siguiendo con nuestra triste y discriminadora realidad nacional, que una joven se pruebe una chaqueta “de hombre” y bese a su polola en una tienda fue suficiente para contradecir la idea de “normalidad” que plantean estas personas. Sólo este gesto bastó para que unos guardias insultaran y golpearan a dos chicas de 20 años en una tienda comercial. Las insultaron, las golpearon, las acusaron de robo cuando eran inocentes ¿y qué respuesta obtuvieron de la encargada de la tienda? “No llevan nada, suéltenlas no más”. Y así se tuvieron que ir: en silencio, sin decir nada. Agradeciendo que la situación “se hubiera esclarecido”.

Vuelvo a Briggite y a Niki, a propósito de los golpes, porque los golpes no vienen solos. Pareciera que no hay un discurso que los sustente, sobre todo cuando son casos tan horrorosamente alevosos y crueles como el de la tortura y asesinato de la activista trans Hande Kader en Turquía, pero están precedidos por gestos, actitudes y expresiones aparentemente inocuas, aparentemente no-violentas, que cuando las padeces, las sientes una tras otra, como esas pequeñas piedras que se te van clavando en los zapatos durante una larga caminata… hasta que te destrozan la planta del pie.

Esos discursos que preceden toda agresión de odio, se disfrazan de opinión y exigen tolerancia, pero agreden y humillan. Se disfrazan de posición científica, pero exigen que no se cuestione sus premisas.

Para terminar, quisiera también referirme al actuar de Carabineros. Es imposible no recordar los testimonios de decenas de mujeres golpeadas por sus parejas antes de que se promulgara la Ley de Violencia Intrafamiliar y que, al momento de realizar la denuncia, no sólo no podían hacerlo, sino que los funcionarios les recomendaban “ponerse en la buena con su marido” e incluso “prepararles algo rico”. Falta educar.

Y así como hizo falta una Ley de Violencia Intrafamiliar como primer paso para combatir lo anterior, hace falta una Ley que reconozca y de protección a la Identidad de Género. Para que ninguna persona deba ocultarse, o sentir miedo de salir a la calle. Para que todas las personas puedan, como nos canta Anita Tijoux, caminar erguides sin temor, respirar y sacar la voz”.