COMPASIÓN DE MUCHOS: INDIFERENCIA DE UNOS POCOS

refugiadosgriegosdesdemacedoniaDe Giorgos Kosmopoulous, 18 noviembre 2016, 10:22 UTC

El día en que el presidente Obama agradecía al pueblo griego su “extraordinaria compasión” por la respuesta que había dado a la crisis de los refugiados, hablé con Haji Mohamad Lound, refugiado sirio cuya experiencia con las autoridades griegas y europeas había sido todo menos compasiva.

Haji, junto con su esposa y sus cuatro hijos e hijas pequeños, había sido devuelto ilegalmente de Grecia a Turquía el mes anterior. “Nuestra situación es desesperada”, me dijo por teléfono el diseñador gráfico de Alepo. “Mi hijo tiene problemas respiratorios. Yo no encuentro trabajo en Turquía y aquí no nos sentimos seguros. No sé qué puedo hacer.” Me pregunta con insistencia qué posibilidades hay de que puedan volver a Europa, pero yo no sé qué contestarle.

Aunque la bienvenida a los refugiados por mucha gente común griega ha sido extraordinaria, paradójicamente a medida que uno se aleja de las playas de Lesvos y de Kos más se endurecen las actitudes hacia los refugiados. De hecho, entre los más alejados de la crisis, en los parlamentos de Europa, las palabras compasivas raramente van acompañadas de acciones.

El trato a Haji y su familia lo ilustra claramente. Llegaron a Grecia el mes pasado huyendo del avance del ISIS en Siria. “Después de que la explosión de un coche bomba hiciera añicos las ventanas de nuestra casa decidí que era el momento de hacer las maletas”, me dijo Haji. Arriesgaron sus vidas tratando de llegar a Europa cruzando el mar. Los rescataron y los llevaron a la isla de Milos primero y a Leros después, donde se registraron y expresaron su intención de solicitar protección internacional.

Cinco días después, la policía les comunicó que serían transferidos a Atenas, y un grupo de agentes de la agencia de la UE para las fronteras exteriores (Frontex) les escoltó hasta el aeropuerto. Subieron a un avión pero, en lugar de volar a Atenas, dos horas más tarde aterrizaron en Adana, en el sur de Turquía. “Cuando vi la bandera de Turquía en el aeropuerto, todos mis sueños se desvanecieron”, me dijo.

Después de pasar una semana detenidos en Turquía, les concedieron documentación acreditativa de protección temporal y los abandonaron a su suerte.

Aunque las autoridades griegas y la Unión Europea han insistido en repetidas ocasiones que las solicitudes de asilo de todos los refugiados Sirios que llegan a Grecia se evalúan debidamente las pruebas en este caso claramente sugieren lo contrario. No sólo se les denegó a Haji y a su familia el derecho de solicitar asilo, sino que no se llevó a cabo ninguna valoración de riesgos sobre el peligro al que se podían enfrentar si volvían a Turquía. También se les denegó acceso a asesoramiento jurídico durante las horas críticas de su deportación.

A pesar de las afirmaciones de las autoridades griegas de que no se están incumpliendo las normas, hay abundantes pruebas de ello, como las copias firmadas de los documentos que prueban que las personas a bordo del avión a Adana habían expresado formalmente su intención de buscar protección internacional en Grecia.

Mientras Haji y su familia están atrapados en Turquía, 62.000 personas refugiadas y migrantes más están atrapadas en Grecia y viven en un estado de miedo e incertidumbre constantes. Este es el resultado del acuerdo sobre inmigración entre la UE y Turquía y de la incapacidad de los dirigentes europeos de reubicar el número prometido de personas refugiadas desde Grecia.

Durante su visita a Atenas, el presidente Obama debe poner de relieve no sólo las terribles condiciones en las que viven las decenas de miles de personas refugiadas que están atrapadas en Grecia, sino también la incapacidad de los dirigentes mundiales de abordar adecuadamente la crisis de refugiados a nivel mundial.

A medida que el invierno se acerca y se endurece la situación política mundial, el presidente Obama debe exigir que los países ricos cumplan con su obligación y aceptar una cuota significativamente mayor y más justa de las personas refugiadas que hay en el mundo.

Mientras tanto, Haji mantiene la esperanza de que la familia todavía pueda encontrar una acogedora bienvenida en Europa y pueda darles una educación a sus hijos e hijas. “Lo único que queremos es un lugar en Europa donde nos acepten, donde nos sintamos seguros y donde nuestros hijos e hijas puedan ir al colegio.”

Este artículo fue publicado originalmente aquí por Al Jazeera.