PRIMERO LAS PERSONAS, LUEGO LAS FRONTERAS

Por Giorgia Vulcano, Integrante del Equipo de Migración y Refugio, Amnistía Internacional Chile

La foto de Aylan Kurdi, el niño sirio ahogado, tirado sobre una playa en Turquía, nos sigue haciendo pensar. Para algunos se trata de una imagen abusada por las redes sociales y los medios de comunicación. Otras personas en cambio, la comparten porque con un “click” alivian su conciencia. Algunas la ignoran o la subestiman porque se trata de una foto más, que en un par de días olvidaremos. Independientemente de cómo la quieran ver, esta foto sirve para visibilizar la tragedia humanitaria que está ocurriendo en Europa y evocar el drama de una guerra. Este niño, cuya foto nos ha llamado tanto la atención y que en pocas horas se ha convertido en viral, es un muerto más en un conflicto que empezó en marzo del año 2011 en Siria, cuando el régimen de Bashar Al Assad reprimió violentamente las protestas contra el gobierno, generando un conflicto que al día de hoy sigue desangrando el país.

Según datos de Amnistía Internacional, a raíz del conflicto en Siria, más de 190.000 personas han perdido la vida y más de 11 millones tuvieron que abandonar su hogar. Se calculan unos 7,6 millones de personas desplazadas, mientras 4 millones han huido del país. Y no obstante las repetidas tragedias en el mar, la brutalidad de cuatro años de conflicto hace que la fuga desesperada no se detenga.

Una fuga desesperada que para quienes sobreviven al viaje se convierte en la agonía de una acogida en condiciones inhumanas. En la visita de investigación realizada por Amnistía Internacional a la isla griega de Kos donde actualmente se encuentran entre 3.000 y 4.000 refugiados/as, se han documentado las terribles condiciones que sufren la mayoría de ellos/as a su llegada. Trámites de inscripción prolongados, alojamientos inadecuados, una asistencia operativa y logística carente e incluso algunos/as refugiados/as sufrieron un ataque violento por parte de un grupo de personas armado con bates de béisbol.

Las catástrofes humanitarias que estamos presenciando evidencian el fracaso de las políticas europeas y una total inercia frente a una crisis global de refugiados/as. Es responsabilidad de los Estados asegurar la debida protección que requieren las personas refugiadas, asegurando un pleno respeto a sus derechos humanos. ¿Cuántas fotos más hay que compartir, comentar, condenar antes de que se ponga fin a la desolación de miles de personas dispuestas a enfrentar días interminables de un viaje que, a menudo, no tiene destino?

La imagen del pequeño Aylan Kurdi es brutal e indignante. Pero ¿servirá realmente para sensibilizar? ¿Permitirá informar sobre la existencia de un conflicto que ha matado a más de 190.000 personas desde que comenzó y que ha obligado a millones a arriesgar su vida para huir hacia lo desconocido? ¿Ayudará a calmar la rabia y la intolerancia de quienes condenan la “invasión” de los refugiados/as en su país? La muerte de Aylan es nuestra vergüenza, es un golpe a la conciencia para todos nosotros/as; pero, sobre todo, es un llamado de atención a los Estados para que de una buena vez se hagan cargo de su obligación de respetar y proteger los derechos de las personas refugiadas.