A mi amigo le prohibieron viajar para visitar a su madre moribunda. Este es el precio personal e íntimo de la ocupación

Después de tres meses terribles, la madre de mi colega murió en Nochebuena, en un hospital de Jerusalén Oriental; sin su hijo.

El día de Nochebuena recibí la alarmante noticia de que la madre de mi amigo y colega Laith Abu Zeyad había muerto tras una breve pero encarnizada batalla con el cáncer. Sufrió tres meses terribles entre el diagnóstico y el entierro. Murió en el hospital Augusta Victoria, en la Jerusalén Oriental ocupada. Su primogénito, mi colega, no pudo pasar sus últimos días con ella por la prohibición de viajar que le había impuesto Israel por su implicación en actividades en favor de los derechos humanos.

El día de Navidad, salí hacia Betania (Al Aziriya), al este de Jerusalén, donde viven Laith y su familia, para presentar mis respetos. Salí de mi casa en Ramala a las 9:30 de la mañana para dejar a mi familia con mis suegros y llegar a tiempo a las 10, cuando se abre el control de Biet El para el tráfico que sale de Ramala. En el camino, pasamos junto al cuartel militar israelí de los Territorios Palestinos Ocupados (TPO) y el asentamiento adyacente, y el muro de hormigón lleno de grafitis y sembrado de cámaras de vigilancia.

Llegué al control justo antes de que abriera. Un grupo de soldados de pie miraba fijamente la cola de vehículos que iba formándose; uno de ellos consultó su reloj, así que miré el mío: aún faltaban dos minutos. Unos segundos después de las 10, se abrió la verja. Los soldados volvieron a subir a su todoterreno y se marcharon, y los automóviles empezaron a salir de Ramala.

En el camino, llamé a mi amigo, el escritor Ahmed Masoud, para felicitarle las fiestas y pasar el rato. Ahmed ha venido desde Reino Unido con sus dos hijos a pasar las fiestas en Gaza por primera vez en seis años. Bromeamos sobre mi visita para comer marisco de Gaza al día siguiente: un viaje imposible que sólo llevaría una hora de coche. Nos pusimos más serios cuando empezamos a hablar de su viaje de regreso. Pese a haber hecho todos los trámites burocráticos necesarios para salir de la bloqueada Franja de Gaza, le preocupaba —con razón— no poder pasar a tiempo para que su hijo y su hija volvieran a la escuela, si es que pueden pasar.

El trayecto hasta Betania pasa por más asentamientos, muros y alambradas que, entre otras cosas, separan y aseguran el control. La parte más espeluznante es el tramo que va de Anata a Betania: una carretera segregada en una de cuyas partes los vehículos palestinos pasan bajo el tráfico israelí. Algunas personas la llaman “carretera apartheid”.

Durante todo el camino me sentí menos como un conductor que controla un vehículo y más como si el ejército israelí fuera llevándome de un destino a otro a través de esta zona cuidadosamente construida. A la entrada de Betania, tres grandes señales de color rojo advierten a la población israelí de que está entrando en zonas palestinas y que eso es peligroso.

Llegué a casa de Laith, donde parientes y amistades se habían reunido para darle el pésame y ofrecer su apoyo. Nos trasladamos a una sala en el centro, donde se celebraba el velatorio. Por fin hablé con Laith, por primera vez en tres semanas. Nos habíamos intercambiado mensajes y sabía lo difícil que había sido el reciente periodo para su madre y la familia, pero los últimos días habían sido devastadores.

Conteniendo un volcán de emociones, Laith me dijo que habían tenido que trasladar a su madre al hospital varias veces. Cada vez, se había visto obligada a esperar a que el hospital coordinase su ingreso con el ejército israelí a través de los controles. Una ambulancia la recogía en su casa y la llevaba al control donde la trasladaban a otra ambulancia para completar el recorrido al otro lado.

Tuvo que hacer esto cada vez que necesitaba ir al hospital. Durante todo ese tiempo, impidieron que ella y Laith estuvieran juntos. Cada vez que su madre pasaba por el control a Jerusalén, Laith tenía que volver a casa y esperar las tristes noticias que se iban acumulando. Mientras hablaba, pensé en Miral, una niña de 10 años de Gaza que sufría leucemia y que es una de los varios niños y niñas que Israel ha obligado a viajar sin sus padres para recibir tratamiento en Cisjordania. Pero no le mencioné la historia a Laith.

En la sala, la gente iba y venía. Acudieron a presentar sus respetos muchas amistades y colegas de la sociedad civil palestina, y nuestras conversaciones derivaron a las últimas noticias y novedades. Hablé con un abogado sobre la nueva detención del escritor Ahmad Qatamesh la noche anterior; había pasado más de 10 años en detención administrativa y Amnistía Internacional lo consideró preso de conciencia.

Un investigador nos oyó y preguntó por las pruebas de tortura de las fuerzas israelíes a personas detenidas palestinas que la organización de derechos humanos Addameer había publicado recientemente, y contó algunas de las historias que había oído. Cuando llegaron mis excolegas del Consultorio de Derechos Humanos de la Universidad de Al Quds, la conversación pasó al reciente anuncio de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional. Preocupa la posibilidad de que la Corte decida que carece de jurisdicción sobre los territorios palestinos ocupados. Un profesor de derecho explicó que, aun en el caso de que se iniciara una investigación, ésta llevaría muchísimo tiempo. Pero hay una necesidad imperiosa de esperanza, concluyó; siquiera una pequeña esperanza, por un breve momento.

Tomé otra ruta a casa, esta vez a través del control de Qalandia. El camino es más corto, pero fue una estupidez debido al enorme tráfico. Estuve atascado un tiempo y pasé esas horas escuchando las noticias. Cuando llegué a casa, mi pareja me contó el drama familiar durante el almuerzo de Navidad que me había perdido. En lugar de alivio, sentí una pesada carga. Para familias como la nuestra, Israel está concretamente en medio incluso de las cosas más personales e íntimas. Es algo muy profundo y muy personal. Sencillamente domina toda la vida.

Saleh Hijazi es director regional adjunto de Amnistía Oriente Medio y Norte de África