Abandonar Afganistán es simplemente inaceptable

Samira Hamidi, responsable de campañas sobre Asia Meridional

Como mujer afgana y encargada de campañas de la organización internacional de derechos humanos Amnistía Internacional, nunca he vivido nada peor que ver cómo se viene abajo mi país. Aunque me considero afortunada porque sigo estando bien físicamente, mentalmente estoy devastada por la ansiedad, la incertidumbre, el temor y la ira de las últimas semanas.

Durante la guerra civil de la década de 1990, veía a mi padre cambiar de canal constantemente entre la radio y la televisión, ansioso por conocer los últimos acontecimientos. Ahora hago yo lo mismo, destrozada por el dolor que está experimentando este país al que amo tanto y devastada porque los avances por los que tanto trabajamos las mujeres afganas como yo todas estas décadas están desapareciendo ahora ante mis ojos.

Estados Unidos ha prolongado una guerra en nuestro nombre, ha mostrado poco compromiso sincero y ahora nos deja para que luchemos a través del infierno en solitario. Las mujeres y las niñas se preguntan qué les deparará el futuro, ahora que ni la comunidad internacional ni Estados Unidos tienen planes ni previsiones para asegurar su seguridad o su bienestar.

Las mujeres como constructoras de la nación

El gobierno de Estados Unidos lleva dos décadas incumpliendo sus promesas de apoyar al pueblo afgano durante su presencia militar en mi país. Aun así, sigo encontrándome un discurso de este gobierno que culpa a mi pueblo. Se nos mide a toda la población por las obras de nuestros dirigentes y nuestros actos se miran a través del prisma de lo que hacen políticos como Ashraf Ghani. Se sigue pintando a un país de más de 35 millones de habitantes con un solo brochazo al mismo tiempo que la realidad que vivimos y el Afganistán que se interpreta están desconectados y todo el país padece el castigo por los actos de unos pocos.

Me dicen que el progreso de las mujeres y las niñas en la vida política, económica y social del país se debe a Estados Unidos y que hemos llegado a ser abogadas, médicas, juezas, maestras, ingenieras, atletas, activistas, políticas, periodistas, burócratas, propietarias de negocios y agentes de policía porque Estados Unidos dio prioridad a nuestros derechos humanos.

Esto es un insulto a todas las mujeres y niñas que han defendido sus propios derechos corriendo un gran riesgo. De hecho, antes de décadas de guerra, las mujeres y las niñas ocupaban un espacio en la sociedad muy similar al de Estados Unidos. Eran maestras, eran médicas, participaban en la educación mixta. No se nos puede culpar de las severas restricciones que se nos impusieron durante el gobierno talibán mientras el país estaba inmerso en una guerra y se nos negaban oportunidades para acceder a nuestros derechos humanos, como la educación y la salud.

Las mujeres están en la vanguardia de la tarea de construir la nación que Estados Unidos nunca promovió. Las mujeres afganas somos independientes y hemos hecho grandes avances, pero ahora tememos que el pasado se repita mientras los talibanes tratan, una vez más, de negar nuestros derechos y de expulsarnos de la esfera pública.

Atrapadas en Afganistán

La semana pasada hablé con mi sobrina de 14 años, que me dijo que no sabía si podrá seguir yendo a la escuela. Su temor está hoy en el fondo del corazón de las mujeres y las niñas de todo mi país. La sensación de terror y de incertidumbre impregna todas nuestras conversaciones aun cuando nos aferramos a la esperanza.

Mi anhelo más profundo ahora es que las mujeres y las niñas puedan vivir una vida normal y seguir ejerciendo el control de su destino. Pero lo que veo ante mí es a un grupo dispuesto y deseoso de retomar el control de la vida de las mujeres y las niñas con la máxima rapidez y brutalidad, sin planes de volver a reconocer algún día a las mujeres afganas como la mitad en pie de igualdad de la población.

Una conocida, miembro de un consejo provincial del norte del país, se siente ahora atrapada en Afganistán, incapaz de ver un futuro para ella y para sus hijas. “Con las restricciones que imponen los talibanes no creo que pueda vivir en libertad”, me dijo.

Después de arriesgar su vida 20 años trabajando por los derechos humanos y los derechos de las mujeres, sintió como una traición la caótica retirada del aeropuerto de Kabul, que la dejó preocupada por la seguridad de sus hijas, pues éstas y ella misma siguen siendo el principal sostén de su familia mientras su esposo está enfermo.

Describió así los rescoldos de los sueños que albergan ahora muchas mujeres en Afganistán: “Me gustaría irme a un país donde mis hijas puedan completar sus estudios y encontrar formas de seguir trabajando por Afganistán. Ya he dejado mi casa, mis esperanzas, mis aspiraciones y mis sueños allá en mi provincia, así como 30 años de recursos. Lo único que me queda son mis cuatro hijos y quiero asegurarme de que tienen la vida en libertad que merecen”.

La comunidad internacional ha fallado a Afganistán

Es fácil decir ahora que lo que está hecho hecho está y que ni Estados Unidos ni la comunidad internacional pueden hacer nada más. Entre nosotros, sentimos también desánimo al finalizar la evacuación estadounidense, sin poder confiar en la comunidad internacional ni creer que se tomarán en serio nuestros riesgos o se considerarán importantes nuestras vidas.

Una profesora de la provincia de Ghazni me dijo este fin de semana: “No sé qué obstáculos me aguardan, pero sé que me perjudicará si me dejan fuera. Todo el mundo tiene miedo y está preocupado por su futuro. Hemos perdido nuestro trabajo. No tenemos salarios. Se pide expresamente a las mujeres que nos quedemos en casa. Conozco a muchas mujeres que mantienen a su familia. ¿Qué deberían hacer? ¿Cómo sobrevivirán sus familias? Me preocupa una catástrofe humana nunca vista hasta ahora y el gobierno estadounidense sigue sin reconocer la realidad que afrontamos y me siento decepcionada”.

La comunidad internacional ha fallado a mi país y a mi pueblo en todo momento pues la salida de Afganistán no ha sido digna ni humana. Esas evacuaciones deberían haberse hecho humanamente. El plazo del 31 de agosto debería haberse ampliado. Pero ya no tengo energía para persistir en lo que debería haber ocurrido.

Me preocupan más las personas a las que la comunidad internacional no consideró lo bastante importantes para ser evacuadas. Me preocupan todas las mujeres afganas que corren un grave peligro ahora mismo en provincias de todo el país mientras se siguen ignorando las amenazas para su vida. Cientos de mujeres se están manifestando en las calles de Kabul para defender sus derechos y tener visibilidad. En lugar de respeto por sus derechos, se han encontrado con represalias de los talibanes, aplastadas por una fuerza que tememos seguirá consolidando brutalmente el poder.

Presionar al gobierno estadounidense

Hace casi dos décadas que los presidentes de Estados Unidos, republicanos o demócratas por igual, afirman ser los adalides de los derechos de las mujeres afganas, y mientras esta Casa Blanca sigue diciendo cosas que no son verdad para las mujeres y niñas de Afganistán, lo que quiero que sepan quienes me leen en Estados Unidos es, sobre todo, que conozco personalmente a decenas de mujeres activistas, periodistas, defensoras de los derechos humanos que quieren marcharse y que aun así siguen atrapadas.

La dolorosa verdad es que la evacuación estadounidense no ayudó a esas mujeres en peligro; no salvó vidas, no ayudó a las personas de las que el gobierno estadounidense sabe que siguen en peligro y, lo que es peor, nos ha dejado sin ningún apoyo en absoluto pese a los premios y galardones que un día nos concedieron.

Hace décadas que la humanidad brilla por su ausencia de las políticas hacia nuestro pueblo. Aunque no veamos rendición de cuentas por lo que hemos soportado, aún se pueden salvar la vida y el futuro de miles de mujeres y niñas en peligro. Quienes leen estas líneas aún pueden presionar a sus respectivos gobiernos para que nos acojan en sus países para buscar en ellos la vida y los derechos que buscamos en casa: el derecho a la educación, el derecho a la salud, el derecho a la libertad de expresión.

Aunque tenemos las mismas esperanzas y reivindicamos los mismos derechos humanos que quienes viven en Estados Unidos, si Washington no nos reconoce, ve nuestra humanidad y nos proporciona los recursos y el apoyo que justamente merecemos de un gobierno que ha puesto nuestras mismísimas vidas en gran peligro, nos tememos que nos matarán junto con nuestras familias.

Quienes me leen tienen la oportunidad de presionar al gobierno de Estados Unidos para que explique por qué nos ha traicionado y por qué nos ha abandonado, y acelere lo que realmente puede darnos ahora: programas de visados, reasentamiento para personas refugiadas, beneficios de residencia. Los gobiernos tienen que ver, ahora más que nunca, que abandonarnos será simplemente inaceptable.

Artículo de opinión publicado en el Globe Post: https://theglobepost.com/2021/09/20/abandoning-afghanistan-unacceptable/