“AHORA NO HAY SALVACIÓN”: LA POBLACIÓN GAY CHECHENA NECESITA PROTECCIÓN URGENTE

Hace dos meses que empezaron a aparecer en el diario independiente ruso Novaya Gazeta noticias de que las autoridades chechenas están deteniendo, torturando e incluso matando a hombres gays en el marco de una indignante campaña destinada a purgar la república de personas de “orientación no tradicional”.

Para el resto del mundo la noticia fue impactante. Para la población gay perseguida de Chechenia, los últimos acontecimientos son una aterradora escalada de la arraigada homofobia social que han conocido toda su vida. Lo que es nuevo es el enfoque, escalofriantemente sistemático.

“Antes la homofobia se manifestaba en distintos incidentes”, dijo a Amnistía Internacional Akhmad*, que vive ahora en la clandestinidad. “Pero ahora no hay salvación: esta es una persecución que viene de las autoridades.”

Cuesta imaginar la soledad de ser gay en Chechenia. Ya es malo que, oficialmente, no existan en absoluto. Las reiteradas afirmaciones de las autoridades de que no hay personas gays en Chechenia las condenan a una vida de invisibilidad, en la que pueden pisotear sus derechos con total impunidad.

Quizá sea aún peor que este rencor homofóbico esté tan profundamente arraigado en la sociedad que tienen que ocultar su identidad a su familia y amistades más cercanas. En Chechenia siguen cometiéndose homicidios en nombre del “honor” para expiar lo que se percibe como manchas en el honor familiar, incluidas las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. Un hombre contó a Amnistía Internacional que conocía a un gay a quien sus familiares mataron a tiros y que no recibió un entierro:

“Para un musulmán, no tener un funeral es especialmente duro. Es como si esa persona nunca hubiera existido, que nadie tenga derecho a recordarla.”

Pero los chechenos gays sí existen. Son reales y necesitan con urgencia ayuda real.

No es probable que esa ayuda llegue de ningún lugar cercano. Esta espantosa persecución está dirigida por Ramzan Kadyrov, el hombre más poderoso de Chechenia, que goza desde años de impunidad por violaciones de derechos humanos cometidas en el pasado.

Ya hay informes de que la policía chechena planea demandar por libelo a los periodistas de Novaya Gazeta que publicaron por primera vez la noticia. Y aunque Kadyrov dice que está dispuesto a colaborar con las investigaciones, sigue negando la existencia de las mismas personas a las que persigue.

Mientras las autoridades chechenas siguen viviendo en su propia versión de la realidad, los gays chechenos no tienen esperanza de obtener protección ni justicia en su región o país de origen. Amnistía Internacional ha hablado con testigos que contaron cómo se humilla públicamente a hombres sospechosos de ser gays cuando las autoridades van a por ellos: se los llevan a rastras delante de sus familias y colegas, lo que los pone en peligro de sufrir represalias aun en el caso de que finalmente salgan en libertad.

La mezcla tóxica de una sociedad profundamente conservadora y el clima de miedo generado por el régimen represivo de Kadyrov significa que las autoridades pueden hacer esto a plena luz del día sin temor a tener que rendir cuentas de sus actos.

Los suplicios que se infligen a los gays están concebidos para humillarlos además de para causarles daños físicos. Algunos ex detenidos han contado que los guardias penitenciarios los obligaban a bailar la danza nacional femenina del país y a usar nombres de mujer para ridiculizarlos por no ajustarse a los “ideales” homofóbicos y misóginos de masculinidad.

A algunos les pusieron electrodos en los lóbulos de las orejas, a modo de pendientes. Hay otros detalles, más sobrecogedores, que contaron los hombres a Amnistía Internacional y que no se pueden divulgar por temor a revelar su identidad y poner en peligro su seguridad.

Al igual que los ciudadanos y ciudadanas ordinarios de Chechena que se atreven a disentir en público. Amnistía Internacional conoce casos de personas que han expresado su opinión y que han desaparecido para reaparecer unos días después en vídeos de Youtube en los que piden perdón a Kadyrov y al pueblo checheno. En algunos de estos vídeos se ha obligado a hombres a aparecer sin pantalones; las autoridades chechenas llevan mucho tiempo dedicándose a degradar a su pueblo.

Mientras tanto, la condena internacional de las atrocidades no se ha traducido en ayuda concreta para los chechenos y chechenas en situación de riesgo y para los aterrorizados gays. Hasta ahora sólo sabemos de un puñado de personas a las que han concedido asilo en países seguros. Según la Red Rusa de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Personas Transgénero, hay actualmente alrededor de 40 personas que viven en la clandestinidad en Rusia y que tratan desesperadamente de huir del país.

Es peligroso quedarse en ninguna parte de Rusia. Los ex detenidos siguen estando fácilmente al alcance de las autoridades chechenas y existe un gran riesgo de que se cometan homicidios en nombre del “honor”: hay casos de personas LGBTI que han sido agredidas por sus familiares, que las han seguido a otras regiones.

Por eso es indispensable que los gobiernos internacionales abran sus puertas a los gays que huyen de Chechenia. Es vital que los gobiernos que han alzado con razón la voz para condenar estas atrocidades garanticen ahora que las personas chechenas que buscan protección internacional tengan acceso a procedimientos justos de concesión de asilo.

Naturalmente, incube en primer lugar a las autoridades chechenas y rusas detener estas atrocidades. Para empezar, deben poner en libertad a todas las personas detenidas sólo por ser quienes son. Hay que mantener la presión internacional hasta que las autoridades chechenas y rusas reconozcan esta purga y otros crímenes contra la población, y tomen medidas significativas para que quienes sean hallados responsables respondan ante la justicia de sus actos.

Pero para los hombres atrapados en Chechenia, amenazados por todas partes, la justicia parece una quimera y su tarea más acuciante es sencillamente salir. La comunidad internacional debe desempeñar su papel garantizando su seguridad. No basta apoyar sólo de palabra los derechos de la comunidad LGBTI mientras hay personas que viven a la sombra de la tortura y la muerte.