EL MAYOR RETO DEL PRÓXIMO LÍDER DE LA ONU: EL VETO DEL CONSEJO DE SEGURIDAD

csm_212340_syria-conflict_c74d8fc620Anna Neistat, directora general de Investigación en Amnistía Internacional

El 20 de septiembre, en la apertura de su último debate en la Asamblea General, el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, lamentó el bloqueo de medidas esenciales en el Consejo de Seguridad que ha ensombrecido su mandato: “¿Es justo que cualquier país detente un poder tan desproporcionado y tenga al mundo como rehén en tantos temas importantes?”, dijo.

Este es el enorme desafío que espera al recién nombrado sucesor de Ban Ki Moon, Antonio Guterres, al que se juzgará, entre otras cosas, por su capacidad de enfrentarse a las violaciones de derechos humanos cometidas —o aceptadas tácitamente— por las principales potencias. Deberá enfrentarse de inmediato a un Consejo de Seguridad de la ONU que durante demasiado tiempo no ha abordado importantes conflictos, ni siquiera cuando Estados o grupos armados cometen atroces crímenes contra la población civil.

La impotencia del Consejo de Seguridad ha quedado más que patente en Siria. Los crímenes de guerra se han convertido en algo rutinario: ahora, incluso los hospitales y los convoyes de ayuda son objetivos militares. En Alepo, los incesantes bombardeos están causando un derramamiento de sangre y un sufrimiento a escala masiva.

¿Por qué el mundo se queda de brazos cruzados mientras Alepo arde?

Desde el inicio del conflicto, hace más de cinco años, Rusia y China han vetado o bloqueado cualquier iniciativa del Consejo de Seguridad que pudiera aliviar la situación de la población civil siria o hacer rendir cuentas a los responsables de abusos en Siria. En realidad, China y Rusia sólo han ejercido su veto en relación con Siria cuatro veces (de un total de ocho durante este decenio), pero la mera amenaza de ejercerlo tiene ahora la capacidad de disuadir a los Estados de propongan resoluciones espinosas. El Consejo de Seguridad es rehén de un “veto silencioso”. Este año no ha habido vetos debido a la autocensura.

El Consejo de Seguridad se ha visto reducido a un instrumento disfuncional de gestos políticos entre Rusia, Estados Unidos, y sus respectivos aliados. La reunión de urgencia sobre Siria celebrada la semana pasada recordó a las situaciones que se daban durante la Guerra Fría: los embajadores de Francia, Reino Unido y Estados Unidos abandonaron la reunión cuando el embajador sirio tomó la palabra. Aunque el enviado especial de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, advertía de que Alepo podía quedar totalmente destruida al finalizar el año, las negociaciones sobre el nuevo proyecto de resolución de Francia han quedado ensombrecidas por el “veto silencioso”.

Como estaba claro que el poder de veto de Rusia hacía improbable que se produjeran iniciativas en relación con Siria, el alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, Zeid Raad Al Hussein, declaró que las horrendas escenas que tenían lugar en Alepo requerían propuestas para limitar el uso del veto. Los habitantes de Alepo —de hecho, todos nosotros— merecemos algo mejor.

Rusia y China no son los únicos países que abusan del sistema de veto. Estados Unidos —después de Rusia— es el país que más ha ejercido su veto, el más reciente de ellos en 2011, para bloquear una resolución de condena de la continuación de las actividades de asentamiento de Israel en los Territorios Palestinos Ocupados. El “veto silencioso” de Estados Unidos hizo inútil cualquier esperanza de aprobar una resolución durante el conflicto de Gaza en 2014, en el que perdieron la vida más de 2.000 palestinos, en su mayoría civiles. El apoyo de Reino Unido y Estados Unidos a la coalición militar encabezada por Arabia Saudí en Yemen también hace improbable cualquier iniciativa del Consejo de Seguridad sobre ese conflicto.

Y el mes pasado, Amnistía Internacional hizo públicos indicios de que las fuerzas del gobierno de Sudán han empleado armas químicas para matar y mutilar a cientos de civiles, incluidos niños y niñas, en Darfur, decenas de veces en 2016. Pedimos una sesión extraordinaria del Consejo de Seguridad para abordar esa situación urgentemente.

Sin embargo, debido al omnipotente “veto silencioso”, es muy improbable que eso suceda.

La parálisis está dando lugar a conflictos cada vez más ilegítimos y brutales. Durante los dos últimos años, hemos sido testigos de más ataques químicos por parte de Estados en zonas de guerra como Sudán y Siria que en cualquier otra etapa de los últimos 25 años desde la Guerra del Golfo.

El estancamiento en la ONU es ahora tan grave que reformar únicamente el veto ya no es suficiente. Es necesario poner fin a la autocensura cuando hay asuntos acuciantes que ni siquiera se llegan a votar, no digamos ya a obtener una resolución del Consejo de Seguridad.

Dicho esto, el estancamiento seguirá hasta que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU renuncien a su derecho de veto en situaciones de genocidio y otras atrocidades masivas. Ello otorgaría a la ONU más posibilidades de actuar para proteger a la población civil cuando haya vidas en situación de grave riesgo, y enviaría a los responsables de abusos el firme mensaje de que el mundo no se quedará de brazos cruzados mientras se cometen atrocidades masivas. Sin la capacidad de veto, resultaría imposible bloquear iniciativas de la ONU relativas a la violencia en Siria. “Nunca más” adquiría su pleno significado.

Hay dos iniciativas para limitar el uso del veto que están cobrando impulso. Una, liderada por Francia y México, cuenta de momento con el respaldo de 99 países. La otra, encabezada por Liechtenstein en nombre de un grupo de 27 países, principalmente pequeños, ha sido adoptada por 112 Estados, entre ellos dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad: Francia y Reino Unido.

Aunque el éxito de dichas iniciativas depende de que China, Rusia y Estados Unidos limiten voluntariamente su uso del veto, es más probable que eso suceda si otros Estados ejercen sobre ellos una presión internacional constante para que dejen de anteponer sus intereses nacionales a la protección de los derechos humanos y de vidas humanas.

La llegada de un nuevo líder preparado para desafiar desde el primer día a poderosos Estados miembros de la ONU podría dar un impulso importante a la campaña de reforma.

El secretario general de la ONU tiene potencial para ejercer una autoridad moral significativa en la escena internacional. Podría emplearla para ejercer una gran presión sobre Estados recalcitrantes que cometen abusos contra los derechos humanos o que bloquean iniciativas cuyo propósito es detener dichos abusos.

Guterres debe hacer uso de sus prerrogativas como secretario general para plantear cuestiones fundamentales ante el Consejo de Seguridad. Al haber sido Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, sabe de la importancia de reaccionar rápidamente ante una crisis humanitaria, aunque ello suponga sacudir un avispero. Con demasiada frecuencia los líderes mundiales han hecho caso omiso de señales claras de catástrofes inminentes que han dado lugar a pérdidas de vidas que se podían haber evitado.

Asimismo, Guterres puede mantener en el centro del debate los derechos humanos y los principios humanitarios, en lugar de dejar que se sacrifiquen en el altar de la realpolitik.

Si el nuevo secretario general está dispuesto a poner el foco en los problemas más controvertidos a los que se enfrenta la comunidad internacional, puede que todavía haya esperanza para la ONU, y para los habitantes de Alepo.