INDULTEN A EDWARD SNOWDEN

Lego-style portrait of Edward Snowden, created by Ai Weiwei for the 2016 Write for Rights campaign. When Edward Snowden shared USA intelligence documents with journalists in June 2013, he revealed the shocking extent of global mass surveillance. He showed how governments were secretly hoovering up huge chunks of our personal communications, including private emails, phone locations, web histories and so much more. All without our consent. His courage changed the world. He sparked a global debate, changing laws and helping to protect our privacy. For the first time in 40 years, the USA passed laws to control government surveillance. Globally, technology companies including Apple and WhatsApp are now doing more to protect our personal information. None of this would have happened without Edward Snowden. A former US Attorney General admitted that Snowden’s revelations “performed a public service”. Even President Obama said that this debate about surveillance “will make us stronger”. Edward Snowden is a human rights hero. Yet he faces decades in prison, accused of selling secrets to enemies of the USA. With no guarantee of a fair trial in his home country, he is living in limbo in Russia.

Kenneth Roth y Salil Shetty

Edward J. Snowden, el estadounidense que probablemente ha dejado la impresión más profunda en los debates sobre políticas públicas en la etapa de Obama, es actualmente un proscrito. El señor Snowden, ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional que filtró a periodistas documentos secretos con información detallada sobre los programas de vigilancia masiva utilizados por Estados Unidos, se enfrenta a posibles cargos de espionaje a pesar de que el presidente ha reconocido el importante debate público que suscitaron sus revelaciones.

La revelación de irregularidades del señor Snowden provocó reacciones de todo el gobierno. Los tribunales consideraron que el gobierno había aplicado indebidamente el artículo 215 de la Ley Patriótica para justificar la recogida masiva de datos telefónicos. El Congreso la sustituyó por la Ley de la Libertad de Estados Unidos, que mejoraba la transparencia sobre la vigilancia gubernamental y limitaba las facultades del gobierno para llevar ciertos registros. El presidente nombró una junta de revisión independiente, que emitió importantes recomendaciones para la reforma.

Eso sólo en el gobierno estadounidense. Los periódicos que publicaron la información filtrada por el señor Snowden ganaron el Premio Pulitzer. Las Naciones Unidas emitieron resoluciones dirigidas a proteger la privacidad digital y establecieron un mandato para promover el derecho a la intimidad. Muchas empresas tecnológicas, ante la indignación que había suscitado su aparente complicidad con esta vigilancia masiva, empezaron a proporcionar por defecto la encriptación de extremo a extremo. Tres años después, el señor Snowden y sus revelaciones siguen mencionándose a diario en los medios informativos. Gracias a sus actos, ahora existe una sensibilización mucho mayor sobre los riesgos para nuestra intimidad en la era digital, y sobre los múltiples derechos que dependen de esa intimidad.

Sin embargo, el presidente Obama y quienes se postulan para sucederlo han puesto el énfasis, no en el servicio público prestado por el señor Snowden, sino en la importancia de procesarlo. Hillary Clinton ha afirmado que el señor Snowden no debería volver a casa “sin afrontar las consecuencias”. Donald J. Trump ha dicho lo siguiente: “Me parece un completo traidor y lo trataría con dureza.”

Eric H. Holder Jr. adoptó un tono más comedido en mayo, al abandonar su cargo de fiscal general de la administración del señor Obama. Reconoció que, si bien el señor Snowden había infringido la ley, “en realidad había prestado un servicio público” al encender la mecha del debate nacional sobre las prácticas de vigilancia.

La legislación que el gobierno de Obama pretende aplicar para procesarlo no tiene en cuenta si se prestó un servicio público revelando esta información. Con arreglo a la anticuada Ley de Espionaje de 1917, la única cuestión es si se entregó información sobre la “defensa nacional” a alguna persona no autorizada para recibirla. Da igual si los secretos revelaban actividades ilícitas o si ponían en peligro la defensa nacional, si fueron filtrados a un periodista estadounidense o a un enemigo extranjero.

Existe obviamente un interés público en autorizar al gobierno a mantener en secreto determinada información relativa a la seguridad nacional. Sin embargo, el derecho internacional de los derechos humanos establece que el interés público, y no el de ningún gobierno concreto, es primordial. La protección de la seguridad nacional y el orden público pueden proporcionar razones legítimas para no revelar cierta información delicada; ocultar noticias vergonzosas o inquietantes, no. Ninguna persona debe ser objeto de procesamiento por poner al descubierto violaciones de derechos humanos. Como mínimo, debe existir una oportunidad genuina de alegar el interés público como defensa.

El enorme valor de las revelaciones del señor Snowden es evidente. ¿Qué daño causaban? Apenas se han aportado pruebas que sustenten las aciagas afirmaciones de numerosas autoridades. Algunas autoridades han advertido de que la actividad de ciertos grupos relacionada con el terrorismo ahora es más difícil de controlar, pero los adversarios más peligrosos siempre han tomado precauciones frente a la vigilancia, y existe al menos un estudio independiente que demuestra que las revelaciones de Snowden tuvieron escasas repercusiones.

Lo que sí ha cambiado es que, desde que conoció el escalofriante alcance de la vigilancia gubernamental, la opinión pública busca mayor privacidad y las empresas han empezado a proporcionarla en plataformas de uso generalizado. No cabe duda de que, entre los millones de usuarios de tecnologías encriptadas, hay unos pocos que esconden actividades delictivas. Pero los demás queremos recuperar nuestra intimidad.

Desde que Estados Unidos canceló su pasaporte, dejándolo atrapado en el aeropuerto de Moscú, el señor Snowden ha seguido demostrando los principios que lo impulsaron a revelar datos profundamente inquietantes sobre extralimitaciones de la vigilancia. Preside un grupo de derechos humanos llamado Fundación para la Libertad de Prensa, está desarrollando tecnología para proteger a periodistas en zonas de riesgo de todo el mundo de una vigilancia que ponga sus vidas en peligro, y ha criticado con frecuencia las políticas en materia de tecnología y derechos humanos de Rusia, que es el único país que se interpone entre él y una prisión de alta seguridad en Estados Unidos.

Dese los tiempos de George Washington, la facultad del indulto ha permitido a los presidentes de Estados Unidos favorecer el interés nacional. Las personas que filtran irregularidades desempeñan un papel primordial en la protección de los derechos humanos, y quienes revelan violaciones de derechos humanos que están ocultas bajo un manto oficial de secreto están entre las más importantes de todas. En palabras del señor Snowden, si “personas que denuncian actos ilícitos de la mayor gravedad no ven otra salida que prenderse fuego para llamar la atención, no tardaremos en encontrarnos sin un solo voluntario justo cuando la sociedad más los necesita”.

En su biografía publicada en Twitter, el señor Snowden dice: “Antes trabajaba para el gobierno. Ahora trabajo para el público.” Algo así nunca debería dar lugar a que te encierren de por vida ni obligarte a vivir en el exilio. El presidente tiene la oportunidad de corregir esa injusticia. Es hora de que indulten al señor Snowden y lo traigan a casa, pero no para que afronte las consecuencias, sino para que pueda trabajar en favor de la seguridad y la intimidad de todos nosotros.

Kenneth Roth es director ejecutivo de Human Rights Watch. Salil Shetty es secretario general de Amnistía Internacional.