POR QUÉ EL MUNDO NECESITA AL FRENTE DE LA ONU A ALGUIEN QUE DEFIENDA LOS DERECHOS HUMANOS

onuderechoshumanosamnistiainternacionalPor Anna Neistat

En agosto del año pasado, Balla Hadji, camionero de 61 años de Bangui, República Centroafricana, estaba desayunando con su esposa, cuando oyó tiros en la calle. Fue corriendo a decir a su hija que entrara, pero los soldados ya estaban allí y le dispararon en la espalda cuando se alejaba. También dispararon contra su hijo Souleimane, de 16 años, cuando corrió hacia él. Balla Hadji murió allí mismo; Souleimane, al día siguiente.

Los soldados no pertenecían a grupos armados ni a fuerzas del gobierno; llevaban los famosos chalecos y cascos azules de los miembros de las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas (ONU). Según contaron testigos a Amnistía Internacional, en vez de socorrer a padre e hijo al verlos heridos, los soldados de la ONU, que supuestamente estaban allí para protegerlos, abrieron otra vez fue cuando la hija de Balla Hadji fue a cruzar la calle en su ayuda.

¿Qué le ha ocurrido a la ONU, una organización que tiene por objeto proteger y dar voz a las personas más vulnerables? Es una pregunta que las personas aspirantes a suceder a su secretario general, Ban Ki-moon, deben plantear en el proceso iniciado este mes en la Asamblea General de la ONU. En los próximos meses, los gobiernos elegirán al próximo líder de la organización, que tomará posesión de su cargo en 2017.

Es un punto de inflexión decisivo para hacer encajar en el siglo XXI un organismo del siglo XX.

La ONU demostró que puede todavía desempeñar sus funciones al auspiciar acuerdos sobre objetivos en materia de desarrollo y clima en 2015, pero su respuesta a las crisis graves fue lamentablemente inadecuada. Desde falta de protección a la población civil en conflictos como los de Siria y Sudán del Sur hasta abusos perpetrados por sus propias fuerzas, la ONU es una organización en la que empiezan a aparecer grietas.

La culpa es en gran medida de gobiernos que frustran deliberadamente las acciones de la ONU dirigidas a prevenir los crímenes de guerra y de lesa humanidad y hacer rendir cuentas a los responsables. Más que un lugar donde se protegen la seguridad y los derechos de las personas, el Consejo de Seguridad de la ONU parece un foro en el que los países más ricos y poderosos del mundo hacen política con sus vidas.

Cuatro veces ha vetado un miembro del Consejo de Seguridad las iniciativas de la ONU para responder al conflicto sirio. Consecuencias: casi 12 millones de personas obligadas a huir de sus hogares y más de 250.000 muertas.

En el Consejo de Derechos Humanos, los aliados occidentales de Arabia Saudí se han puesto a sus órdenes y han obstaculizado la apertura de una investigación dirigida por la ONU sobre las violaciones del derecho internacional cometidas por todos los bandos en el conflicto de Yemen, aun cuando la campaña de bombardeos de la coalición bajo dirección saudí comete crímenes de guerra. Consecuencias: un conflicto que se ha cobrado la vida de más de 2.800 civiles, entre ellos 700 niños y niñas.

Incluso cuando el Consejo de Seguridad ha actuado e impuesto sanciones y embargos de armas, sus medidas no se han aplicado de manera efectiva, como ha ocurrido, por ejemplo, en Sudán.

No se puede seguir así. He visto las consecuencias sobre el terrero en países como Siria y Yemen: miles de personas detenidas, asesinadas, desplazadas y desaparecidas. Cuando las víctimas y sus familias me preguntan si hay alguna organización que pueda ayudarlas, sé que la respuesta debería de ser: “la ONU”. En estos momentos no puedo mirarles a los ojos y prometerles que lo hará.

La falta de protección de los derechos humanos sembrará las semillas de crisis futuras, porque potencia la injusticia y la represión de que se nutre la inestabilidad. Pensemos en los levantamientos que tuvieron lugar en el mundo árabe hace cinco años, ejemplo palmario de la relación entre fracaso del sistema y represión gubernamental de la disidencia y derechos humanos .

La ONU no ha fracasado, todavía. Pero su capacidad para cumplir sus fines está en grave peligro. Los gobiernos que seleccionen al próximo secretario o secretaria general tienen que responder a quienes se muestran críticos y preguntan si la ONU es una organización idónea para el siglo XXI.

El mundo necesita a alguien que defienda a las personas marginadas, proteja a la población civil en los conflictos y prevenga la comisión de abusos en gran escala, combata la impunidad prestando apoyo a la Corte Penal Internacional, luche por la igualdad de género, defienda de los gobiernos represivos a los activistas y se ocupe de la mayor crisis global de refugiados de los últimos 70 años.

No es tarea fácil, pero es esencial en un mundo asolado por la proliferación de los conflictos, los ataques deliberados de Estados y grupos armados contra civiles y el aumento de la xenofobia.

El próximo secretario o secretaria general puede cumplirla dando la máxima prioridad a los derechos humanos. Los derechos humanos son el tercer pilar de la ONU, junto con el desarrollo y el mantenimiento de la paz y la seguridad. Pero corren el riesgo de convertirse en el tema tabú de la política de la ONU: demasiado controvertido para que nadie se atreva a tocarlo y un motivo de censura a los ojos de determinados miembros del Consejo de Seguridad.

El nuevo secretario o secretaria general debe llevar las crisis de derechos humanos ante el Consejo de Seguridad. Cuando se cometan graves violaciones de derechos humanos, debe ejercer la facultad que le confiere el artículo 99 de la Carta de la ONU para someter a la consideración del Consejo de Seguridad las amenazas a la paz y la seguridad internacionales. Hace decenios que no se ejerce esta facultad.

El próximo secretario o secretaria general debe también limpiar la reputación de la organización, que se ha visto empañada por casos de explotación y abusos sexuales cometidos por miembros de sus propias operaciones de mantenimiento de la paz. Según estadísticas de la propia ONU, hubo 69 denuncias de abusos en 2015, 22 de ellas correspondientes a sus fuerzas para el mantenimiento de la paz en la República Centroafricana. La ONU debe garantizar que los miembros de sus operaciones de mantenimiento de la paz son sancionados cuando se convierten en acosadores.

Pero un primer paso decisivo es que haya un proceso imparcial y transparente de selección de la próxima persona altamente cualificada que estará al frente de la ONU. En el pasado, gobiernos poderosos que consideraban que un secretario general fuerte no les convenía ejercían un control excesivo sobre la decisión final. Los debates entablados este mes han servido de punto de partida y brindan a los gobiernos una gran oportunidad de reactivar la ONU.

Es posible que la elección del secretario o secretaria general de la ONU este año no llame tanto la atención como la campaña presidencial de Estados Unidos. Pero para gran parte del mundo que se beneficiará de una ONU dinámica, podría ser igualmente importante. Si no más.

Anna Neistat es directora general de Investigación en Amnistía Internacional. Ha llevado a cabo más de 60 investigaciones en zonas de conflicto de todo el mundo, entre ellas Siria, Afganistán, Pakistán, China, Zimbabue, Nepal, Kenia, Yemen, Chechenia, Sri Lanka y Haití. Síganla @AnnaNeistat