Por qué emigrantes de Irlanda están volviendo a casa para defender el aborto sin riesgos

Con antelación al histórico referéndum sobre el aborto en Irlanda, la etiqueta #hometovote (#avotaracasa) ha desatado una ola de solidaridad e incitado a votantes irlandeses en lugares tan distantes como Nairobi y Toronto a volver a casa y hacer campaña en favor del derecho a decidir de las mujeres.

Cuando el gobierno irlandés anunció finalmente que habría un referéndum sobre la derogación de la prohibición casi total del aborto, Ause Abdelhaq, joven expatriado irlandés que vive en Nairobi (Kenia), sintió una gran emoción.

Nadie que tenga menos de 53 años ha tenido la oportunidad de votar para mejorar la accesibilidad del aborto en Irlanda. En jóvenes votantes irlandeses como Ause queda patente que no se ha perdido la trascendencia de lo que se viene anunciando como la oportunidad de una generación.

“Estoy convencido de que casi toda África Oriental ya sabe lo mucho que esto significa para mí, porque fui por ahí gritando a los cuatro vientos: ‘¡Mirad lo que está haciendo mi pequeña isla! ¡Va a ser algo grande!’, cuenta Ause, quien, como tantos licenciados irlandeses de su generación, decidió buscar trabajo y experiencia vital en el extranjero.

El 25 de mayo, votantes de toda Irlanda están llamados a pronunciarse a favor o en contra de la derogación del artículo 40.3.3 de su Constitución. Desde 1983, esta cláusula, conocida comúnmente como la Octava Enmienda, tipifica el aborto como ilegal en casi todas las circunstancias y, por tanto, priva a las mujeres de su autonomía física primordial y viola sus derechos humanos, entre ellos el derecho a recibir asistencia médica.

“No creo que pueda haber discusión sobre la autonomía física; es un derecho humano fundamental. Aunque no fuera feminista lo creería”, dice Ause.

Pero entre su entusiasmo había un asomo de decepción. Según la ley electoral irlandesa, los ciudadanos que viven en el extranjero y conservan su derecho a votar deben volver a Irlanda para emitir su voto. Gracias al apoyo de grupos de emigrantes irlandeses en redes sociales, pudo reunir el dinero que necesitaba mediante una campaña en línea de financiación colectiva (crowdfunding).

“Para los votantes, votar a favor de la derogación de la Octava Enmienda es hacer una declaración de principios sobre quiénes somos y la sociedad que aspiramos a ser, una sociedad en la que toda embarazada sea tratada con dignidad, compasión, respeto e igualdad”, ha manifestado Sorcha Tunney, quien coordina la campaña de Amnistía Internacional Irlanda It’s Time Vote Yes (Es hora de votar sí).

Pero, para los 40.000 ciudadanos irlandeses que se calcula que viven en el extranjero y conservan el derecho a votar, el proceso no será necesariamente fácil. Como Ause, todos van a necesitar tiempo y dinero para viajar a Irlanda, y tendrán que comprobar que están registrados en el censo electoral para tener la oportunidad de participar en este referéndum histórico.

Estas dificultades son las que impulsaron a London-Irish Abortion Rights Campaign (ARC), grupo activista de base formado por expatriados irlandeses, a crear el sitio web “Home to Vote” (A votar a casa) y reactivar la etiqueta #hometovote, usada en su día con motivo del referéndum sobre matrimonio igualitario en 2015, con la que se anima a personas irlandesas residentes en el extranjero a compartir en las redes sociales su experiencia de volver a casa para votar en este referéndum.Twitter Ads info and privacy

“Hay una gran confusión sobre quién puede votar. Queríamos asegurarnos de que los 40.000 votantes facultados para participar conocen sus derechos de voto y pedirles que vuelvan para ejercerlos. Si este referéndum fracasa, no es probable que vuelva a celebrarse otra votación sobre este asunto en 20 o 30 años. Eso significa restricciones de los derechos reproductivos para otra generación entera de irlandesas”, afirma Hannah Little, responsable de recaudación de fondos y marketing de Womankind Worldwide (organización benéfica pro derechos de las mujeres) y una de sus activistas fundadoras.

“A juzgar por las cifras en Internet, pensamos que van a volver a casa para votar más personas incluso que en el referéndum sobre el matrimonio igualitario.”

Aunque no tiene derecho a votar, Orlaith Delargy, dublinesa que actualmente trabaja para una ONG medioambiental en Londres, alaba a grupos como London-Irish ARC por facilitar el apoyo a la campaña y “ofrecer un salvavidas a personas que, como yo, se sienten frustradas por no poder participar directamente”.

Aun así, tiene previsto volver a Dublín antes del referéndum para echar una mano en los últimos esfuerzos de captación de apoyos. El simbolismo de hacer el viaje de Reino Unido a Irlanda para hacer campaña en favor del derecho al aborto no se le escapa, dado que cada año se calcula que 3.500 embarazadas se ven obligadas a viajar hasta Inglaterra o Países Bajos para acceder a servicios de aborto.

“Crecí en Dublín; ahora vivo en Londres pero vuelvo con frecuencia. Pienso en tener que hacer ese viaje en avión por distintas razones y lo horrible que sería”, dice Orlaith.

Pero no todo el mundo tiene la posibilidad de viajar para someterse a un aborto. El costo medio aproximado de viajar a Reino Unido para someterse a un aborto en el primer trimestre de gestación es, como mínimo, de 1.000 euros, incluidos gastos hospitalarios, vuelos y alojamiento.

“El precio de viajar a casa desde Toronto para votar a favor del derecho a decidir de las mujeres es inferior al que pagué cuando me vi obligada a viajar a Reino Unido para acceder al aborto”, afirma Emma Jayne Geraghty, coordinadora de activismo digital de Amnistía Internacional Canadá, procedente de la localidad de Celbridge.

Afirma que, con este referéndum, Irlanda tiene la oportunidad de reconocer que la ley actual perjudica a mujeres y niñas, y que puede tener consecuencias especialmente peligrosas para las que carecen de medios o recursos que les permitan recibir la asistencia médica que necesitan en el extranjero.

Es una verdadera atrocidad que, en los tiempos que corren, las mujeres de Irlanda se vean obligadas a viajar para acceder a unos servicios de aborto sin riesgos y que, las que no pueden viajar, tengan que hacerlo por vías arriesgadas”, advierte Emma. “Hemos de proteger a las mujeres y las niñas y proporcionarles acceso a unos servicios de salud reproductiva seguros y compasivos.”

Igual que Emma, Tessa Morgenroth, joven profesional de Galway que ahora trabaja en Hamburgo (Alemania), afirma que para ella es importante volver a casa a votar sí para garantizar sus derechos a todas las mujeres y niñas de Irlanda.

“Podría decir tranquilamente que ya no vivo allí, a mí no me afecta. Pero sí afecta a personas a las que quiero”, afirma Tessa.

Al no poder pagarse el billete de avión a Irlanda, Tessa recurrió a las redes sociales para pedir ayuda y abrió una página de financiación colectiva (crowdfunding).

“La generosidad de las personas que están detrás de estas campañas, todo el tiempo, la emoción y el dinero dedicados a la causa, es más que admirable”, afirma Tessa, que podrá tomar un vuelo a Galway la víspera de la votación gracias a la generosidad de otros expatriados irlandeses que han ayudado a pagar su billete.

“La comunidad irlandesa que vive en el extranjero sigue estando muy implicada emocionalmente en este asunto. Está dispuesta a hacer lo que sea para ayudar a la gente a volver a casa a votar, porque comprenden que el aborto no es un capricho, sino una necesidad y un derecho que debe reconocerse a las irlandesas.”

A falta de unos días para el referéndum, el resultado aún es muy incierto. Ause dice que no piensa correr ningún riesgo.

“El miedo a perder es lo que me motiva para volver. No vuelvo a casa sólo porque quiera participar en esta campaña; voy a ir porque mi voto realmente cuenta. Tendremos un impacto considerable.”