Yo sobreviví a la cárcel en Burundi

Y lo que vi allí hace que me sienta más decidido a luchar por los derechos humanos en mi país.

Germain Rukuki, defensor de los derechos humanos de Burundi

En julio de 2017, decenas de miembros de las fuerzas de seguridad fuertemente armados nos despertaron a mi esposa, Emelyne Mupfasoni, y a mí irrumpiendo en nuestra casa en Burundi. A Emelyne le quedaban cinco meses para dar a luz a nuestro tercer hijo. Los agentes registraron la casa, confiscaron el ordenador portátil de mi esposa, me llevaron a mi oficina para registrarla también y confiscaron mi portátil y otros objetos. Luego me llevaron a las celdas del Servicio Nacional de Inteligencia de Bujumbura, donde estuve bajo custodia dos semanas en condiciones inhumanas y después luego me trasladaron a la prisión de Ngozi, en el norte de Burundi.

Mi detención no fue ninguna sorpresa. En Burundi, quienes defienden los derechos humanos, las personas jóvenes y las que pertenecen a la oposición política y piden que se respete la ley son consideradas delincuentes desde 2015. En abril de ese año, el entonces presidente Pierre Nkurunziza anunció su decisión de presentarse a un tercer mandato en el cargo, algo que mucha gente consideró una vulneración de la Constitución. Muchas personas de Burundi expresaron su rechazo a esta decisión en manifestaciones callejeras y el gobierno lanzó una oleada de represión en todo el país.

Como consecuencia, las organizaciones de la sociedad civil, que estaban en primera línea de las protestas contra Nkurunziza, fueron objeto de ataques implacables. Multitud de defensores y defensoras de derechos humanos, dirigentes de la oposición y periodistas se vieron obligados a salir del país, y muchas de las personas que se quedaron sufrieron amenazas y represalias en forma de detenciones, procesamientos por cargos falsos y desapariciones forzadas. La situación ha hecho que más de 400.000 personas hayan huido al exilio a los países vecinos.

Mi trabajo tampoco pasó desapercibido. Ya había evitado por poco ser detenido y secuestrado en varias ocasiones. Cuando me detuvieron, tras haber visto que numerosas personas habían perdido la vida antes que yo y que otras habían desaparecido en condiciones similares, pensé enseguida que mi vida estaba llegando a su fin y que había empezado la cuenta atrás.

Me acusaron de un montón de cargos falsos, incluidos los de “rebelión”, “destrucción y degradación de edificios privados y públicos”, “ataque contra la autoridad del Estado”, “participación en el movimiento insurgente” y “amenaza a la seguridad del Estado”. Usaron contra mí mi trabajo anterior con Acción de los Cristianos para la Abolición de la Tortura (ACAT Burundi).

Siempre me ha apasionado mejorar el mundo, salvar vidas y transformar el espacio en el que vivo. Odio la injusticia y no me gusta ver sufrir a la gente. Por eso me incorporé a ACAT Burundi en 2004. Desde 2006 hasta 2010 formé parte del equipo voluntario de ACAT que visitaba centros de detención de todo el país y, en 2011, pasé a ser el director de asuntos económicos y administración de la organización. Después me incorporé a la Asociación de Juristas Católicos de Burundi (AJCB), donde trabajé hasta que me detuvieron.

Me condenaron a 32 años de prisión sólo por defender los derechos humanos. Estar en la cárcel fue increíblemente duro. Me acosaron y persiguieron. En prisión, todo se hacía con la intención de hacerme sufrir, de deprimirme, de desanimarme y de silenciar a otros defensores y defensoras comprometidos con los derechos humanos.

Había pasado casi una década visitando prisiones y creía saber cómo era estar dentro… pero estaba equivocado. Aprendí cómo era realmente la prisión cuando estuve encarcelado y supe que cuando saliera finalmente en libertad, usaría esta información para educar a la gente sobre el sistema penitenciario de Burundi.

En Burundi, las prisiones han perdido su significado; ya no son centros correccionales. En su lugar, se han convertido en lugares que encierran a personas como yo: gente de la oposición política, personas que se han atrevido a expresar sus opiniones y otras personas inocentes. Si tus opiniones molestan a ciertas autoridades, vas a tener problemas.

Mientras estuve encarcelado, encontré fortaleza y resiliencia en mi inocencia. Supe que tarde o temprano surgiría la verdad. No era la primera persona detenida injustamente ni la primera persona que sufría ese tipo de injusticia y persecución. Mi caso reveló todo lo que se había hecho anónimamente a víctimas anteriores.

Saber que estaba encarcelado por una buena causa, por defender los derechos humanos, fue reconfortante. Mi caso se dio a conocer ampliamente a la ciudadanía burundesa y en la comunidad internacional, y sabía que eso me ayudaría a mí y a víctimas posteriores. En cierto modo, pensé que estar en prisión era mejor que ser secuestrado, pues podía seguir viviendo con la esperanza de que un día recuperaría mi libertad y a mi familia.

Finalmente, salí en libertad en junio de 2021 y me sentí lleno de alegría. Lo primero que hice fue contactar con mi familia, mis colegas de antaño y mis amistades. No podía esperar para volver a ver a mi familia, incluidos mis hijos, al más pequeño de los cuales no conocía porque había nacido cuatro meses después de mi detención. Me hacen sentirme muy orgulloso.

Estoy muy agradecido por el apoyo recibido de organizaciones de derechos humanos durante mi detención arbitraria y desde que fui excarcelado. Ser parte de la campaña Escribe por los Derechos de Amnistía Internacional fue increíble y las oleadas de mensajes y cartas de simpatizantes de la organización de todo el mundo me dieron fuerza y coraje y reforzaron mi compromiso con la defensa de los derechos humanos.

A pesar de mi libertad, la situación de los derechos humanos en Burundi sigue siendo alarmante y mi país sigue teniendo un largo camino que recorrer. En mayo de 2020, fue elegido un nuevo presidente, pero las esperanzas de un cambio importante en el statu quo han disminuido.

En su toma de posesión el año pasado, el presidente Evariste Ndayishimiye declaró su intención de “construir Burundi sobre unos cimientos sólidos, a saber: una buena gobernanza,  respeto y protección de los derechos humanos”. Sin embargo, enseguida rechazó a algunas de las personas que defendían estos derechos calificándolas de “marionetas de los colonos”.

Pese a algunos gestos de apertura del presidente hacia los medios de comunicación en 2021, su gobierno continúa viendo el trabajo en favor de los derechos humanos con suspicacia y siguen en vigor severas restricciones sobre estos derechos, incluido el relativo a la libertad de expresión.

Según varios informes, también ha habido numerosas desapariciones forzadas que el presidente y otras autoridades siguen ignorando mientras los índices de violencia contra las mujeres, secuestros y asesinatos siguen siendo altos. Las autoridades burundesas han olvidado la lucha que experimentaron antes de llegar al poder y ahora no están haciendo nada para garantizar la estabilidad y un futuro para nuestros hijos e hijas. Esto tiene que cambiar; de lo contrario, serán las jóvenes generaciones las que sufran.

Estar encarcelado me ayudó a identificar las deficiencias que azotan al mundo y ha hecho que me sienta decidido a encontrar soluciones positivas y duraderas para que todas las personas podamos gozar de nuestros derechos y libertades. Tras salir en libertad, he fundado la organización Juntos por el Apoyo de los Defensores y Defensoras de los Derechos Humanos en Peligro (ESDDH).

Como víctima y sobreviviente, sé que numerosos periodistas, abogados y abogadas, personas que defienden los derechos humanos y otras personas como ellas merecen que se apoye su labor. A quienes sufren persecución política, quiero decirles: Permanezcan fuertes y resilientes, un día se acabará y ustedes también podrán recuperar su libertad y sus familias.

A todas las personas que han hecho campaña en mi favor mientras estaba en prisión: gracias. A los seguidores y seguidoras de Amnistía Internacional que emprendieron más de 436.292 acciones sobre mi caso, gracias por todo el apoyo que me han mostrado desde el 20 de noviembre de 2020 [lanzamiento de Escribe por los Derechos], que casualmente es el cumpleaños de mi hijo más pequeño, nacido cuatro meses después de mi detención. Los animo a apoyar a otras víctimas de la injusticia y quiero que digan a otras personas que Escribe por los Derechos tiene realmente un impacto positivo. Su apoyo ha hecho que yo, Germain Rukuki, salga de la cárcel aún más comprometido con la defensa de los derechos humanos.

Germain Rukuki es un defensor de los derechos humanos y fundador de la organización Juntos para el Apoyo de los Defensores y Defensoras de los Derechos Humanos en Peligro (ESDDH). Con anterioridad trabajó para Acción de los Cristianos para la Abolición de la Tortura (ACAT Burundi) y la Asociación de Juristas Católicos de Burundi (AJCB).