En África, defender abiertamente los derechos gays es un asunto peligroso. Puedes enfrentarte a muchos riesgos diferentes: registros en la oficina, detención arbitraria, enjuiciamiento por actos “antinaturales”, estigma e incluso violencia en la calle. África Occidental no es una excepción: la despenalización de la homosexualidad es un tema delicado que explotan periódicamente líderes políticos y religiosos y medios de comunicación. Y aun así, defensores y defensoras de los derechos humanos como Rosa están surgiendo en este entorno hostil, y trabajan y luchan cada día para pedir respeto por los derechos LGBTI, y para encontrar un lugar seguro para las personas jóvenes abandonadas por sus familias debido a su orientación sexual.
Rosa no lleva la toga de abogado y no ejerce en los tribunales de su país. No obstante, recientemente graduada en la Facultad de Derecho de Lomé, capital de Togo, ha elegido el tortuoso camino de defender los derechos del colectivo de lesbianas, gays, bisexuales, personas transgénero e intersexuales (LGBTI) en África.
Rosa nació y creció en Togo, uno de los países africanos que aún penaliza las relaciones sexuales consentidas entre personas adultas del mismo sexo. En este entorno hostil es en el que Rosa, motivada por una de sus amistades y por sus propias convicciones, ha decidido trabajar para una de las pocas organizaciones que defienden los derechos LGBTI.
Con 25 años es cualquier cosa menos una novata. Promueve el respeto de los derechos LGBTI en reuniones abarrotadas de las organizaciones de la sociedad civil y en la práctica, de forma discreta, pero con una firme confianza.
“Entre los defensores y defensoras de los derechos humanos puedes contar con los dedos de una mano a personas que simpaticen con nuestra causa. Aun así, seguiremos luchando por que se respeten todos los derechos humanos.”
Con sus limitados recursos, su organización ayuda a las personas jóvenes de la comunidad LGBTI que luchan por recuperar su dignidad y encontrar un trabajo decente. Con pocos recursos “estamos ayudando a mejorar las vidas de personas que no son menos humanas debido a su orientación sexual o identidad de género y expresión”.
La organización en la que Rosa trabaja ofrece educación en derechos humanos, actividades de apoyo y concienciación sobre los derechos LGBTI en Togo.
“Tenemos aproximadamente un centenar de miembros en Togo y nuestro objetivo es contribuir al desarrollo de los miembros de la comunidad LGBTI en un entorno social y jurídico libre de estigma y discriminación.”
Ella y sus colegas reciben presiones, amenazas anónimas e insultos homófobos por parte de los medios de comunicación, en los lugares de culto y en las redes sociales.
Su familia, anclada en sus tradiciones, también presiona a Rosa y tiene dificultades para valorar su trabajo.
“A mis padres no les gusta mi trabajo de defensora de los derechos LGBTI, pero soy obstinada y no me rendiré”, dice con una sonrisa de determinación. Rosa sigue siendo valiente y optimista.
“Es importante contribuir al cambio social. Puede llevar tiempo, pero estoy segura de que finalmente llegará”, explica.
Y confiesa: “Un defensor de los derechos humanos me dijo una vez que defender los derechos LGBTI no era un trabajo en sí.”
Y sin embargo, se mantiene firme en su apoyo a los derechos de las personas detenidas en su país exclusivamente por motivos de orientación sexual. Las visita en prisión, se asegura de que tengan un abogado y, una vez libres, de que recuperen su dignidad. Es el trabajo de una defensora y abogada determinada y comprometida.
Rosa no lleva toga de abogado. Aún no. Pero es abogada. Firme y decidida.
**Nombre cambiado