Por Madeleine Penman y Sergio Ortiz
Hace unos días, después de semanas de un arduo viaje, aproximadamente 200 personas centroamericanas llegaron al final de su camino y en Tijuana se prepararon para pedir asilo en la frontera con Estados Unidos.
Los cientos de solicitantes de asilo que cruzaron México en caravana y planeaban pedir refugio en Estados Unidos representan una mínima fracción del número total de solicitantes de asilo presentes en Estados Unidos. Sin embargo, el presidente Trump citó la caravana como motivo para desplegar a la Guardia Nacional en la frontera con México.
Las caravanas de migrantes no son un fenómeno nuevo. Desde hace varios años las personas de países como Honduras, El Salvador y Guatemala salen de sus países, los cuales son de los más violentos del planeta. Viajar en grupo es una manera de protegerse durante un viaje por México que está lleno de peligros.
Su intención es pedir protección como refugiados en Estados Unidos. Aunque el Presidente Trump quiso tacharlos de criminales, no es un delito pedir asilo en la aduana oficial de Estados Unidos.
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Sergio y María viajaron juntos desde El Salvador y fueron casados al llegar a las Playas de Tijuana al final de su viaje y a pocas horas de entregarse a las autoridades estadounidenses para pedir asilo. “Fue una decisión que tomamos hace tiempo, y esta caminata nos ha hecho unirnos más, entonces nos decidimos casarnos, ahora, acá en playas de Tijuana”, nos dice Maria. “Tenemos un poco de miedo de lo que puede pasar hoy cuando pasemos a EEUU. Nos dicen que nos pueden quitar a nuestros hijos cuando entremos ahí, pero tengo fe de lo que puede pasar.”
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Al llegar al final de su camino, las personas integrantes de la caravana fueron recibidas por una marcha solidaria de ciudadanos del lado de Estados Unidos, el día 29 de abril.
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“No somos criminales, somos la esperanza de América Latina”: Integrantes de la caravana y sus representantes marcharon por las calles de Tijuana al puerto de entrada con Estados Unidos.
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Ireneo Mujica, uno de los representantes de la organización de Pueblo Sin Fronteras, y coordinador de la caravana, explica los motivos de este movimiento y la urgente necesidad de protección internacional que tienen las personas hondureñas, salvadoreñas y guatemaltecas que han atravesado México por autobuses, y en el tren de carga llamado “La Bestia”.
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El gobierno de Estados Unidos recibió a la caravana con rechazo. Pasaron 26 horas hasta que Oficiales de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) dejaran pasar a un pequeño grupo de ocho personas que buscaban asilo, la noche del 30 de abril. Más de 140 personas seguían afuera en la plaza de la garita “El Chaparral” de Tijuana, y durmieron al intemperie con temperaturas bajas.
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Los últimos abrazos antes de cruzar: Un miembro de la caravana se despide antes de acercarse a la aduana de Estados Unidos y enfrentarse a la incertidumbre y una probable detención prolongada en un centro de detención migratoria de Estados Unidos. El gobierno de Estados Unidos tiene el sistema más grande de detención migratoria del mundo, en violación de estándares internacionales, lo cual exige que la detención migratoria debería ser excepcional y reducida en duración.
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Los días fueron pasando y las familias centroamericanas seguían esperando poder pasar a Estados Unidos. Organizaciones civiles de Tijuana como la Cruz Roja, además de autoridades locales, proveyeron servicios de salud para la población que estaba acampada esperando.
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Más de 30 integrantes de la caravana venían de la comunidad LGTBI, incluyendo a varias mujeres trans. Estas personas enfrentan riesgos particularmente agudos, dado que México es un lugar donde sufren una discriminación y violencia muy pronunciada. En Amnistía Internacional escuchamos testimonios de mujeres trans de la caravana que fueron detenidas arbitrariamente por policías mexicanas justamente en los días en que esperaban cruzar a Estados Unidos. Además, otro grupo de mujeres trans fueron atacadas en Tijuana en días recientes.