James Mitchell parecía casi melancólico al describir las diversas formas en que había torturado a algunos de los hombres sentados frente a él. Ante una sala judicial abarrotada en el centro de detención de Guantánamo, Mitchell recordó haber sometido al acusado del 11-S Khalid Sheikh Mohammed a simulacros de ahogamiento (waterboarding) decenas de veces, y haber aplicado el método de “la pared” a detenidos estampándolos repetidamente contra una pared. Contó que había sometido a los detenidos durante días a privación del sueño estando de pie, bofetadas, gritos e insultos, y que había amenazado con degollar al hijo de un detenido.
Este macabro testimonio formó parte de las pruebas ofrecidas por Mitchell en las vistas preliminares de los casos de cinco hombres que van a ser juzgados por los atentados del 11-S. Los cinco acusados —Khalid Sheikh Mohammed, Ramzi bin al Shaibh, Walid bin Attash, Ammar al Baluchi y Mustafa al Hawsawi— podrían ser condenados a muerte si las comisiones militares de Guantánamo los declaran culpables. Los equipos de defensa de los acusados pretenden que se excluya toda declaración obtenida mediante tortura, incluso las que tomó el FBI cuando los hombres llegaron a Guantánamo. Sostienen que el FBI colaboró en interrogatorios de la CIA y que toda declaración hecha a sus agentes está empañada por el uso de tortura.
Mitchell y su socio comercial, John “Bruce” Jessen, tuvieron un papel destacado en el diseño y aplicación de las tristemente célebres “técnicas de interrogatorio mejoradas” que se emplearon para torturar a hombres en lugares negros repartidos por todo el planeta. Ninguna persona responsable del programa de tortura estadounidense ha sido obligada a rendir cuentas.
Pero Estados Unidos no actuó en solitario. Al menos tres Estados miembros de la UE albergaron lugares secretos de la CIA como parte de la “guerra global contra el terror”. Los hombres presentes en la sala de justicia de Guantánamo habían sufrido tortura y otros malos tratos en Polonia, Lituania y Rumania. Pero la complicidad de estos países en actos de tortura, que es un crimen de derecho internacional, no se mencionó una sola vez en la sala del tribunal. Todas las personas presentes en la sala tenían prohibido decir o insinuar que hubo países europeos que albergaron lugares negros y facilitaron los abusos que se cometían en ellos. Ninguna persona de ninguno de estos países ha sido acusada de facilitar la comisión de estos delitos.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ya ha dictado sentencia contra Polonia en una causa civil por complicidad en la desaparición forzada y tortura de Mohammed al Nashiri y Abu Zubaydah, detenidos por la CIA y que continúan en Guantánamo. Khalid Sheikh Mohammed, Walid bin Attash y Ramzi bin al Shaibh también estuvieron recluidos en el lugar negro polaco, en Stare Kiejkuty, que estuvo operativo de 2002 a 2004.
A Al Nashiri lo sometieron a un simulacro de ejecución y le apuntaron con un arma a la cabeza; además, sus interrogadores amenazaron con agredir sexualmente a su madre. James Mitchell dijo que tales “técnicas” excedían los límites “autorizados” en los memorandos jurídicos elaborados por el equipo jurídico de la Casa Blanca para justificar lo injustificable. Pero, en vista de la diversidad de conductas sádicas que un informe del Senado puso al descubierto en 2014, es evidente que las técnicas mejoradas de interrogatorio que habían sido autorizadas solían tener el efecto de envalentonar a los interrogadores, y les servían de estímulo y pretexto para infligir abusos aún más crueles a algunos detenidos.
Mustafa al Hawsawi, uno de los acusados del 11-S que estaba presente en la sala, sufrió cotas de barbarie desconocidas bajo la custodia de la CIA. El informe del Senado de 2014 documentaba algunos de los problemas de salud que arrastraba Mustafa al Hawsawi, específicamente relacionados con una “exploración rectal” realizada con “fuerza excesiva” durante su estancia en una cárcel secreta en Afganistán. “Documentos de la CIA indican que a uno de los detenidos, Mustafa al Hawsawi, se le diagnosticaron posteriormente hemorroides crónicas, fisura anal y prolapso rectal sintomático.”
Al Hawsawi sufrió violación anal bajo custodia de la CIA, y las persistentes secuelas de los daños físicos padecidos fueron un asunto clave cuando fue trasladado a una prisión secreta de Lituania en 2005. Las autoridades lituanas se negaron a tratar médicamente las graves dolencias de al Hawsawi y otros detenidos, y Estados Unidos se vio obligado a contratar esos servicios con otros gobiernos.
Además, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha fallado en contra de Lituania por facilitar activamente la desaparición forzada y tortura de Abu Zubaydah en la cárcel secreta de la CIA que albergaba el país. Este año, la demanda contra Lituania presentada por Mustafa al Hawsawi también se verá ante el Tribunal Europeo.
Al observar a Mustafa al Hawsawi en la sala del tribunal, las secuelas de la tortura eran evidentes. Caminaba a paso lento y necesitaba sentarse sobre un cojín mientras escuchaba el testimonio de John Mitchell. Aquí, en Guantánamo, presentó una moción ante la comisión militar para que su causa fuera archivada por “conducta indignante del gobierno”.
Amnistía Internacional ha manifestado en repetidas ocasiones que los detenidos de Guantánamo deben ser sometidos a juicios justos ante tribunales federales estadounidenses o quedar en libertad; los tribunales militares de Guantánamo no cumplen las normas internacionales sobre juicios justos.
Pero este nuevo foco sobre Guantánamo es también una oportunidad para obligar a rendir cuentas a los aliados europeos de Estados Unidos que albergaron lugares negros clave en su territorio, ayudaron a hacer “desaparecer” detenidos y facilitaron la tortura y otros malos. El hecho de que estén observando los procedimientos de Guantánamo desde la distancia, indemnes y sin tener que rendir cuentas, también es un escándalo.
Este articulo apareció por primera vez en Newsweek.