De Lucy Graham, Business & Human Rights Researcher, Amnesty International., 19 agosto 2016
Un pequeño centro de salud se alza a las afueras de Djibi, una población de 4.500 habitantes en la periferia de la animada ciudad de Abiyán, en Costa de Marfil. Desde el corredor abierto que discurre por el centro del edificio pueden verse dos de los muchos lugares de los alrededores de Abiyán donde, hace exactamente 10 años, un camión tras otro vertieron más de 540.000 litros de residuos tóxicos descargados de un barco fondeado en el puerto cercano.
Los residuos tóxicos pertenecían al operador multinacional de petróleo Trafigura. Durante varios meses de 2006, Trafigura operó esencialmente una refinería de petróleo flotante en los mares de Europa. A bordo de ese barco, Trafigura trató un producto petrolífero sucio, lo mezcló con gasolina y lo vendió después como petróleo en África Occidental, entre otros lugares.
Este proceso también produjo residuos químicos peligrosos que Trafigura no sabía cómo eliminar en condiciones de seguridad. Los residuos se vertieron finalmente en 18 lugares de los alrededores de Abiyán, la mayor ciudad de África Occidental, transportados por una empresa local contratada por Trafigura para deshacerse de ellos por una cantidad ligeramente inferior a 17.000 dólares de EE. UU.
Los vertidos tuvieron efectos devastadores en la población de Abiyán: en los meses siguientes, decenas de miles de personas acudieron a hospitales y centros de salud aquejadas de síntomas como problemas respiratorios, vómitos, dolores de cabeza, lagrimeo persistente, hemorragias nasales y lesiones cutáneas. Las autoridades informaron de 15 muertes.
El gobierno construyó el centro de salud de Djibi como reconocimiento de la importante repercusión de los vertidos en este núcleo de población. Uno de los profesionales médicos que participaron en la respuesta de emergencia dijo que consideraba “probable que todos los habitantes de esa población sean víctima de los residuos”. En un informe de 2012 sobre este desastre, The Toxic Truth, Amnistía Internacional y Greenpeace calcularon que se habían vertido unos 70.000 litros de residuos cerca de Djibi. Bolsas rebosantes de suelo tóxico procedentes de otros vertederos estuvieron almacenadas allí hasta mediados de 2010. El gobierno de Costa de Marfil no anunció hasta hace nueve meses que el tratamiento de ese suelo había concluido.
Cuando se cumple el décimo aniversario de los vertidos, el centro de salud de Djibi simboliza el legado tóxico de este desastre.
La clínica parecía abandonada cuando la visité en julio de 2016. Sólo había tres personas: dos para prestar servicios de maternidad y una enfermera que pasaba consulta una vez a la semana. Algunos residentes nos dijeron que el centro no tenía dinero para comprar medicamentos. Sus pasillos estaban totalmente vacíos de pacientes, sin los gritos infantiles y el ajetreo y el bullicio normales de los hospitales.
Las víctimas nos dijeron que también parecían haber sido abandonadas. Aunque Trafigura pagó algunas indemnizaciones, muchas víctimas no han recibido indemnización alguna. Nadie ha revisado su salud ni ha evaluado los posibles riesgos a largo plazo de las sustancias químicas de los residuos. La mayoría sigue sin saber que contenían los residuos; a día de hoy, Trafigura no ha revelado el contenido exacto de los residuos ni sus posibles repercusiones. Los residentes de Abiyán creen que los vertederos no se han limpiado totalmente, pues pueden oler todavía los residuos cuando llueve intensamente. Pese a ello, la gente cultiva verduras y hortalizas en los vertederos.
Dos cosas han colmado inevitablemente este vacío de información y acción, y han prolongado un legado ya tóxico.
La primera es el miedo.
De los 38 residentes de Abiyán con los que hablé, casi todos creen que continúan enfermos debido a la inhalación de sustancias químicas de los residuos. El gobierno no anunció hasta diciembre de 2015 que los vertederos habían sido limpiados totalmente, aunque esta extremo no está confirmado. A las personas les preocupan las consecuencias a largo plazo para ellas y sus familias, sobre todo porque no se ha revisado la salud de nadie y porque no saben qué contenían exactamente los residuos.
Lo segundo que colma el vacío es la explotación.
En una búsqueda desesperada de alguna clase de justicia, las víctimas se han unido a asociaciones que garantizan sin fundamento el cobro de una indemnización de Trafigura mediante demandas legales a cambio del pago de unas comisiones iniciales y de una proporción de las cantidades que puedan obtenerse en concepto de daños y perjuicios. Da la impresión de que a algunas de estas asociaciones les interesa más ganar dinero que ayudar de verdad a las víctimas. Aunque las cuotas de afiliación pueden oscilar entre 2 y 8 dólares de EE.UU., las víctimas de un grupo nos dijeron que habían pagado comisiones y otros cargos por valor de 35 dólares cada una. Puede parecer que estas cantidades no son muy elevadas, pero muchas de las víctimas disponen de poco dinero y algunas de estas asociaciones tienen hasta 50.000 miembros. Existe también el riesgo de que, si las asociaciones reciben directamente el dinero en concepto de indemnización, no lo distribuyan entre sus miembros, como ha ocurrido con aproximadamente 6 millones de dólares concedidos en una demanda en Reino Unido en relación con el desastre.
Después de años de conflicto y agitación social, Costa de Marfil está dando pasos en la dirección correcta. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) terminó de comprobar recientemente, a petición y a expensas del gobierno, si todos los vertederos habían sido descontaminados totalmente. Está previsto que dé a conocer su informe este mismo año. El gobierno también ha pedido a un laboratorio local que verifique la salud de todas las víctimas de Djibi.
Pero los gobiernos pueden y deben hacer algo más que apoyar y tranquilizar a las víctimas, como obligar por fin a Trafigura a revelar el contenido exacto de los residuos, revisar la salud de todas las personas expuestas a los residuos y evaluar y dar a conocer los posibles riesgos a largo plazo para la salud y el medio ambiente.
Al salir de Abiyán, comparto el sentimiento de las víctimas de que han sido abandonadas a su suerte. Una de las personas a las que entrevisté, dijo: “Trafigura ha pasado página”. Las víctimas no pueden permitirse ese lujo.
Trafigura niega cualquier responsabilidad sobre el vertido y sostiene que creía que la empresa local se desharía de los residuos de forma segura y legal.