“Lo más importante para estas personas es poder llegar a un puerto seguro donde las dejen desembarcar”, declaró Richard Gere desde el Open Arms, la embarcación de salvamento de la ONG Proactiva Open Arms. La estrella de Hollywood había acudido a Lampedusa, en el sur de Italia, para sensibilizar sobre la difícil situación de 121 personas solicitantes de asilo que ya llevan ocho días en el mar. A bordo hay más de 30 niños y niñas, dos de ellos de meses, pero las autoridades italianas y maltesas se niegan a dejarlos desembarcar.
Según informes, muchas de las personas que están a bordo sufren lesiones, incluidas quemaduras de tercer grado y heridas de bala sufridas durante su detención en Libia, desde donde huyeron recientemente. Al menos un hombre afirma haber sido herido durante el ataque contra el centro de detención de Tajoura, en Trípoli. Sin embargo, a pesar de que las temperaturas son abrasadoras y de que cada vez preocupa más su bienestar, las autoridades de Italia y Malta no les permitirán desembarcar.
Esta semana, el mismo día en que se reveló que la UE está ampliando su presencia en el Mediterráneo, no mediante el despliegue de embarcaciones de rescate para salvar vidas, sino con el uso de drones para vigilar las travesías por mar de migrantes, Italia aprobó una nueva ley, el llamado “decreto Salvini”, en virtud del cual las embarcaciones de rescate de las ONG que entren en aguas italianas podrían ser incautadas y multadas con hasta un millón de euros.
Este intento de obstaculizar y criminalizar la labor de las ONG en el mar no es más que la última de una serie de medidas que han venido utilizando los países de la UE.
Según el derecho internacional, cualquier persona rescatada en el mar debe ser llevada al puerto seguro más próximo, donde será tratada con humanidad y se le ofrecerá una oportunidad real de solicitar asilo. Esto significa que toda persona rescatada en alta mar en el Mediterráneo central en travesía desde Libia debe ser trasladada a Europa, pues devolverla a este país la expondría a la amenaza de sufrir detención arbitraria, malos tratos y tortura.
Sin embargo, llevadas por su interés en bloquear la migración, las autoridades europeas han proporcionado a las libias apoyo para interceptar a personas en el mar y devolverlas a Libia. A pesar de este apoyo, que incluye proporcionarles embarcaciones y formación, las autoridades libias no tienen capacidad para coordinar rescates. La consecuencia es una situación en la que las personas rescatadas no pueden ser devueltas a Libia, porque es ilegal, y tampoco desembarcar en Europa, porque a las embarcaciones se les niega el permiso para atracar.
Como parte de la estrategia para que la gente deje de tomar la ruta marítima hacia Europa, varios países también han retirado las patrullas de salvamento. Diversas ONG, como Proactiva y Sea-Watch, han intervenido para cubrir este vacío, pero los gobiernos a menudo se niegan a dejarlas atracar, y también han llegado a impedirles, mediante investigaciones penales sin fundamento y obstáculos burocráticos, realizar sus actividades para salvar vidas.
El motivo por el cual los gobiernos europeos no desean que desembarquen en sus países personas rescatadas en el mar es que, en virtud del llamado “Reglamento de Dublín”, a estas personas se les debe ofrecer la posibilidad de solicitar asilo y ayuda en el primer país al que llegan.
Dado que no existe ningún sistema efectivo de reparto de la responsabilidad de las personas solicitantes de asilo entre los Estados europeos, los países costeros, como Italia, Grecia, Malta y España, se han visto prácticamente solos ante la situación. Los intentos del Parlamento Europeo de reformar el Reglamento de Dublín han sido bloqueados por unos pocos países.
En lugar de intentar arreglar este sistema ineficaz, que perjudica tanto a los estados fronterizos de la UE como a las personas que buscan seguridad, los principales líderes europeos están evitando el problema. Esto ha creado un vacío que se han apresurado a aprovechar políticos oportunistas de extrema derecha, como el ministro del Interior italiano Matteo Salvini.
Si no se les pone coto, serán políticos como Salvini los que llevarán las riendas de la conversación, sembrando el temor y utilizando los prejuicios como arma electoralista.
Esta mañana, en un emotivo vídeo compartido en Twitter por Proactiva Open Arms, Richard Gere pregunta a un hombre qué edad tiene su hijo y, cuando éste le dice que ocho meses, Gere responde: “¡Igual que el mío!”, y saca entusiasmado su teléfono móvil para enseñarle una foto del niño.
En ese momento, las diferencias entre estos dos hombres, de procedencias tan distintas, desaparecen. Son sólo dos padres, compartiendo el orgullo por sus hijos en un barco entre las olas del Mediterráneo.
Pero sólo uno de estos hombres podrá pisar tierra firme y vivir con su hijo en un lugar seguro. El futuro del otro es mucho más incierto.
Este artículo fue publicado por primera vez en Newsweek