Hace 10 años, 276 niñas fueron secuestradas en una escuela gubernamental de enseñanza secundaria en Chibok, ciudad del estado de Borno, Nigeria. Algunas escaparon por su cuenta del cautiverio, mientras que otras fueron liberadas tras un intenso trabajo de campaña de organizaciones, entre ellas Amnistía Internacional. Sin embargo, 82 continúan en cautiverio, mientras que más de 1.400 niños y niñas han sido secuestrados en ataques posteriores.
Amnistía Internacional ha hablado con algunas de las jóvenes que regresaron sanas y salvas y con las madres de las que aún están paradero desconocido.
Las niñas que están rehaciendo su vida
Glory Mainta fue secuestrada hace 10 años. Tras ser liberada, terminó la enseñanza secundaria y está rehaciendo su vida.
Yo soy una de las niñas de Chibok secuestradas. Fue doloroso estar separada de mi padre y mi madre. Mis captores nos hicieron muchas cosas, a mí y a las demás niñas. Nos golpearon, nos gritaron, no hay nada que no nos hicieran. Aunque no nos obligaron a casarnos con ellos, lo que nos hicieron fue peor. Nos las arreglábamos hasta que Dios nos salvó. Yo tenía que ir a buscar agua, barrer los suelos y hacer muchas cosas que a las mujeres no les corresponde hacer. Me hacía sentirme mal.
No puedo describir siquiera la felicidad que sentí el día que supe que me iban a liberar. Me sentí como si estuviera en el cielo. Desde mi liberación, he regresado a la escuela. Al principio tenía miedo de volver, y cambié de escuela para estar cerca de mi padre y mi madre; no quiero estar ni un minuto más sin ellos. He terminado la enseñanza secundaria.
Cuando estaba en manos de Boko Haram, echaba de menos todo. Me siento muy triste por las niñas que siguen cautivas. Tengo la esperanza de que recuperen la libertad como nosotras. Sabemos cómo era estar allí, por eso quiero que queden libres, para que puedan estar con su padre y su madre.
Mary Dauda fue secuestrada por Boko Haram. Revela la realidad de cómo era la vida cuando estuvo cautiva.
Recuerdo el día que me secuestraron. Fue muy malo, yo lloraba, sigue siendo muy doloroso. El lugar donde estuve cautiva era muy malo. Es algo que no esperábamos. Sufrimos allí. Pasamos hambre. No dejábamos de pensar en nuestros padres y madres en casa y nos preguntábamos si un día nos reuniríamos con ellos. Nos preguntábamos cómo sería estar con nuestros captores, pues no los conocíamos.
Habíamos oído muchas historias sobre Boko Haram y ahora estábamos en sus garras, no sabíamos cómo terminaría aquello. Estos pensamientos no dejaban de acudir a mi cabeza. Cuando estábamos cautivas, nuestros captores nos dijeron que teníamos que casarnos con ellos o de lo contrario no nos darían comida. Teníamos que construir habitaciones para ellos y barrerlas, para que pudieran casarse y dormir dentro. Decían que si nos casábamos con ellos, esa sería nuestra vida; si no lo hacíamos, seríamos sus esclavas. Las que se negaron a casarse con ellos continúan cautivas.
Fui liberada en 2016 y sentí una gran alegría. Sentí que había vuelto a nacer. Tras mi liberación, fui a la escuela durante tres años y después me casé. Ahora vivo con mi esposo y mis dos hijos. Me gustaría retomar los estudios en algún momento; quiero asegurarme de que mis hijos van a la escuela y son autosuficientes. En cuanto a las demás niñas de Chibok, espero que sean liberadas.
La madre que recuperó a su hija
Cuando la hija de Rose Musa volvió a casa, no quería comer ni hablar con otras personas. Ahora, tras haber vuelto a la escuela y haber recuperado la voz, avanza.
Viví una doble tragedia cuando mi hija fue secuestrada. El mismo mes, mi ciudad fue atacada y mi esposo perdió la vida. En ese momento estaba embarazada de unos tres meses y vivía sola en la casa. Afortunadamente, Dios me dio fuerza para seguir adelante, y gracias a él aún estoy viva.
Cuando supe que mi hija Junmai Miutah había sido liberada, me sentí feliz y orgullosa. Aunque saber por lo que ha pasado no ha sido fácil. Lo que ocurrió en la selva no está bien y a ella le ha afectado mucho. Cuando llegó a casa, no comía. No quería hablar con otros niños y niñas. Afortunadamente, ya ha vuelto a la escuela y le va bien. Lleva una buena vida, apoya a mis demás hijos y ayuda a resolver cualquier problema que se plantee. Quiere continuar con su educación.
No me olvidaré de las que continúan cautivas. Rezamos para que regresen sanas y salvas. Quiero que el gobierno trabaje con otras entidades para garantizar que las demás niñas puedan volver a casa; quiero que sus padres y madres sientan el mismo orgullo que siento cuando veo a mi hija.
Las madres cuyas hijas continúan en paradero desconocido
La hija de Mary Abdullahi, Bilkis, continúa en paradero desconocido.
Desde que mi hija fue secuestrada, no he tenido contacto con ella ni noticias de ella. No sé cómo está. No la he visto. Me siento mal cuando se menciona su nombre. Quiero que el gobierno haga algo al respecto. Se llevaron a nuestras niñas de casa, se las llevaron de la escuela. Es el gobierno el que debe intervenir. Algunas niñas han sido liberadas, así que espero que si sigo suplicando al gobierno, mi hija también vendrá a casa.
Me sentiría muy feliz si pudiera ver de nuevo a mi hija o hablar con ella; hace ya 10 años. Espero de verdad que las organizaciones sigan haciendo campaña para conseguir la liberación de las niñas que continúan cautivas. Sólo quiero ver a mi hija. Esa es mi esperanza.
La hija de Comfort Ishaya, Hauwa, fue secuestrada hace 10 años. Continúa en paradero desaparecido.
Mi hija, Hauwa, fue secuestrada en Chibok hace 10 años. Cuando ocurrió, me sentí muy mal. No había nada que yo pudiera hacer. Sentí que la sangre dejaba de fluir por mi cuerpo. Como madre, no es fácil dar a luz a un bebé. La amamanté durante nueve meses. Entonces, unos días antes de sus exámenes finales en la escuela, la secuestraron. Sentí que ya no teníamos una relación.
Cuando me enteré de que las niñas habían sido liberadas, esperaba que mi hija fuera una de ellas, pero no fue así. Cada vez que se libera a alguien, es muy doloroso comprobar que no es tu hija.
Me pregunto si mi hija aún está viva. De verdad espero que así sea. Eso es lo que quiero. Cuando como, pienso en ella y me pregunto si tiene comida. No dejo de pensar en ella. Espero de verdad que pueda ver de nuevo a mi hija, no importa la edad que tenga.
No podemos olvidarnos de las niñas que siguen en paradero desconocido. No dejo de pensar en ellas. Sigo buscando a mi hija. Quiero que el gobierno en todos los niveles siga apoyándome. Espero que volvamos a verlas y rezo por ello.