Por una integrante del Asentamiento Indígena de El Porvenir
Los Pueblos Indígenas Sikuani y Kubeo somos invisibles para el gobierno colombiano. Las autoridades no nos han protegido ante los ataques y las amenazas que hemos sufrido durante años a manos de paramilitares y guerrilleros. Y ahora nos abandonan una vez más, dejándonos a nuestra suerte ante la pandemia de COVID-19, sin garantizar nuestros derechos, como, por ejemplo, los de salud y alimentación.
El riesgo que enfrentamos es tan alto que al compartir nuestra historia corro riesgo de ser amenazada o asesinada, por eso no puedo publicar mi nombre.
Fuimos despojados de nuestro territorio ancestral por grupos armados en los años 90 y nuevamente en el 2000, pero nunca nos rendimos. Hace cinco años regresamos a nuestro territorio ancestral el Asentamiento Indígena de El Porvenir (Aseinpome) en el municipio de Puerto Gaitán. Ahora nos encontramos aquí 42 familias que disfrutamos de las sabanas, los morichales y las lagunas del territorio. Aunque este territorio sea nuestro hace cientos de años, aún lo estamos reclamando legalmente.
Desde nuestro regreso en 2015, hemos enfrentado múltiples hostigamientos, incluso contra líderes y gobernadores de nuestro cabildo indígena. Nuestros agresores son principalmente ex paramilitares y terratenientes de tierras aledañas de nuestro territorio. No sabemos qué quieren hacer con nuestro territorio, pero sí que estemos fuera de él, a como dé el lugar, no importa que estén aquí ancianos, niños, mujeres embarazadas y personas con enfermedades crónicas. No les interesa, solo quieren sacarnos.
También nos han contactado empresas multinacionales que quieren explotar los recursos naturales en nuestro territorio. Pero sabemos que, si bien pueden traer trabajo y “beneficios”, también pueden traer consecuencias negativas a futuro. No recuperamos nuestro territorio con la intención de entregarlo a una multinacional para que haga lo que le plazca con ello.
Desde que el gobierno decretó la cuarentena obligatoria para evitar la propagación del COVID-19 en marzo, hemos visto en distintas ocasiones a hombres armados afuera de diferentes casas a altas horas de la noche. Han amenazado de muerte a una de nuestras lideresas y a su familia e incluso nos han quemado nuestras casas.
El gobierno ha hecho muy poco o casi nada para protegernos ante estas amenazas. Hemos hecho denuncias, pero las autoridades no han tomado cartas en el asunto. Nunca hemos tenido una protección integral para nuestros líderes y lideresas indígenas ni para la comunidad.
Como si esto no fuera suficiente, nuestra comunidad está desprotegida ante la pandemia también.
Tenemos un seguro médico, pero ni siquiera han hecho una brigada para poder atendernos. Hay mujeres embarazadas aquí, hay cinco mujeres de la tercera edad que tienen diabetes y hay muchos niños que se han enfermado de gripas o han estado de malestar general. Tenemos nuestro curandero tradicional a lo mano, pero si alguien se pone grave tenemos que esperar entre seis y ocho horas para que le llegue un transporte y le lleve al centro de salud más cercano. No estamos preparados para lo que puede ocurrir.
Tampoco hemos recibido el apoyo que el gobierno nos prometió cuando se decretó la cuarentena obligatoria en marzo. El gobierno local de Puerto Gaitán nos llevó una ayuda muy mínima, pero no hemos recibido nada de parte del gobierno departamental ni nacional.
La artesanía es uno de los métodos de protección que tenemos, porque es una forma de proteger nuestra historia, nuestros conocimientos y nuestra cultura. Las mujeres artesanas en Aseinpome elaboramos aretes, monederos y bolsas como manera de rescatar nuestra cultura a través de las tradiciones y solventar las necesidades básicas del territorio. Es un arte que se va heredando de generación a generación. Mi mamá me lo enseñó a mí y yo voy a enseñárselo a mi hija. Pero ahora ni siquiera podemos salir de la comunidad para vender las artesanías que hacemos. Necesitamos apoyo estatal para sobrevivir la cuarentena.
Hemos tratado de sobrevivir con lo que hemos sembrado en el conuco, el espacio colectivo donde cultivamos comida tradicional como plátano, yuca, maíz, piña, batata, chontaduro, patilla, mango y guayaba, pero las semillas también cuestan dinero que no tenemos. También cazamos fauna silvestre de manera sostenible, pero soñamos que el gobierno nacional nos apoye con proyectos para que podamos tener muchos animales, ya sea ganado o chivos, para tener ingresos económicos.
Queremos que en un futuro nuestros hijos e hijas puedan vivir aquí en paz. Por eso, exigimos que el gobierno, a nivel nacional, departamental y local, garantice los derechos y las necesidades básicas de nuestra comunidad indígena. A pesar de todos los retos que enfrentamos, seguimos luchando por el reconocimiento de nuestra gobernanza, por la titulación de nuestras tierras ancestrales, y por la creación de una política pública de protección de líderes y lideresas sociales y personas defensoras de derechos humanos.