El mundo dispone de una semana para conseguir que Nepal no se precipite hacia el catastrófico destino que presenciamos en India.
Hace tan sólo unos meses, el mundo observó horrorizado cómo India era devastada por una segunda ola de COVID-19. Las angustiosas imágenes mostraban innumerables piras funerarias y el Ganges inundado de cadáveres, mientras personas desesperadas buscaban a sus seres queridos en paradero desconocido.
Fue un intenso recordatorio de la profunda disparidad de la que se alimenta la COVID-19, y de la manera en que las desigualdades contribuyen a su propagación, sus costes y sus bajas.
El mundo dispone ahora de una semana para conseguir que Nepal no se enfrente al catastrófico destino que presenciamos en India.
Más de 1,4 millones de personas en Nepal, principalmente mayores de 65 años, recibieron la primera dosis de la vacuna de Oxford-AstraZeneca contra la COVID-19 a mediados de marzo. Desde entonces, los suministros se han agotado, lo que ha obligado a Nepal a ampliar el plazo de la segunda dosis hasta las 16 semanas. Como muy tarde, este grupo necesita una segunda dosis antes del 5 de julio. Algunas personas la necesitan ya a final de junio.
Sin embargo, Nepal no tiene esas vacunas.
La falta de esa segunda dosis podría tener graves consecuencias. Esas personas corren el peligro de no recibir una vacuna que les salvaría la vida, y el no cumplir el plazo de vacunación deja a Nepal aún más atrás en la carrera contra la COVID-19, que ha derrumbado un sistema de salud ya tambaleante. En última instancia, hay millones de vidas en juego.
En mayo, Nepal registró uno de los índices de contagio más altos del mundo, y la cifra de muertes se duplicó en tan sólo cuatro semanas.
La infraestructura de Nepal, como la de India, se resquebraja con el actual número de casos: hay una terrible escasez de oxígeno, camas de UCI, equipos de protección individual y vacunas. Nuestro reciente informe de Amnistía traza una imagen de caos, mientras los hospitales cierran las puertas a nuevos pacientes.
Un médico que habló con Amnistía lo expresó en los términos más conmovedores y dolorosos. Dijo: “Tenemos un colapso de vidas humanas, y nadie sentirá ese dolor: lo que queda es el sufrimiento. No podemos hacer nada. Es tan irrespetuoso. Se ha perdido la dignidad de la vida humana”.
Nepal ha pedido ayuda; tenemos que responder
La comunidad internacional tiene el poder de ayudar. Los países ricos con grandes suministros de vacunas están en situación de proporcionar la tan necesaria asistencia. Sería una afrenta a nuestra conciencia moral colectiva dejar que suceda de nuevo, cuando ya sabemos cómo termina. Si la casa de tu vecino está en llamas, no regateas con la manguera del jardín. Hablamos del derecho a la vida.
El gobierno británico es uno de los actores que puede intervenir para proporcionar ayuda. El primer ministro nepalí, KP Sharma Oli, ha suplicado personalmente a Reino Unido, como su “más viejo amigo”, que proporcione las vacunas que el país necesita.
Reino Unido y Nepal tienen una relación históricamente larga y duradera. Reino Unido es el principal donante de Nepal, y decenas de miles de personas de origen nepalí han formado dinámicas comunidades en todo Reino Unido. En el ejército británico siguen sirviendo miles de gurkhas nepalíes.
Reino Unido cuenta con grandes suministros de vacunas, ha administrado más de 70 millones de dosis hasta la fecha, y ha pedido dosis suficientes para vacunar a su población más de tres veces.
El total de vacunas pedidas por Nepal representa únicamente tres días de inoculación de vacunas en Reino Unido, o menos del 0,3 por ciento de sus dosis.
Nepal ha sólo ha vacunado con la pauta completa al 2,4 por ciento de su población, mientras el 45 por ciento de la población británica cuenta con inmunización completa. Mientras Nepal pelea por conseguir suministros médicos básicos, Reino Unido se dispone a abrirse a la celebración de eventos masivos.
Dieciséis parlamentarios británicos de diferentes partidos han escrito al ministro de Asuntos Exteriores, Dominic Raab, criticando la falta de apoyo del gobierno a Nepal e instándole a proporcionar ayuda médica urgente, incluidas vacunas. Algunas celebridades, como Sir Michael Palin y Joanna Lumley, firmaron también recientemente una carta en la que pedían un aumento de la ayuda médica a Nepal.
Sin embargo, debe ejercerse más presión, y rápidamente. El tiempo se agota.
La crisis de Nepal no es la primera, y no será la última. Este patrón continuará a medida que más países pobres de todo el mundo corran esta misma suerte. Es un síntoma de los escandalosos niveles de desigualdad mundial respecto a las vacunas, una desigualdad alimentada por el acaparamiento de vacunas por parte de los países ricos y por la negativa de las empresas farmacéuticas a compartir los derechos y los medios para permitir que el mundo produzca más vacunas.
Para salvar vidas ahora, el primer ministro Boris Johnson puede dar ejemplo proporcionando de inmediato las dosis que se necesitan para inmunizar por completo a 1,4 millones de nepalíes. No es una petición poco realista: hace sólo unas semanas, en el G7, Boris Johnson se comprometió a compartir 100 millones de dosis de vacunas para finales del año que viene, de las que 5 millones deberían compartirse para septiembre.
Para impedir que la crisis de Nepal se repita incesantemente, Johnson y otros dirigentes mundiales deben apoyar también medidas en la Organización Mundial del Comercio para levantar las restricciones impuestas por el derecho de propiedad intelectual a productos que salvan vidas, y deben presionar a las empresas farmacéuticas para que compartan su conocimiento y su tecnología. Los dirigentes deben darse cuenta de que a los virus no les importan las fronteras. Estamos ante una cuestión global que exige una acción global urgente ya.
Agnès Callamard es la secretaria general de Amnistía Internacional
Este artículo fue publicado originalmente por The I