Joshua Franco, investigador sobre tecnología y derechos humanos de Amnistía Internacional
Probablemente habrá oído hablar de las VPN (redes privadas virtuales), ¿verdad? Es eso que usa usted para ver por Internet películas que están enojosamente bloqueadas en su país. Si se prohibieran estas redes privadas virtuales, ¿cómo podría ver la última superproducción apocalíptica de robots sin tener que esperar un año entero?
Ahora imagine que el contenido en línea prohibido en su país no fueran películas, sino las plataformas más importantes de redes sociales o las principales fuentes de información sobre su religión o su orientación sexual. Imagine que usa una VPN para acceder a esta información y que ahora le quitan esa herramienta.
Eso es lo que está a punto de pasar en Rusia. Ya está pasando en China.
El domingo, el presidente ruso Vladimir Putin firmó una ley que prohíbe los servicios de conexión anónima y las VPN; mientras, durante el fin de semana, Apple retiraba la mayoría de las aplicaciones de VPN más importantes de su tienda de aplicaciones en China para cumplir la legislación nacional que exige que estas redes estén autorizadas por el gobierno.
Los servicios de conexión anónima como las VPN o el software Tor son facilitadores clave de los derechos humanos en Internet. El relator especial sobre la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión, David Kaye, ha afirmado: “El cifrado y el anonimato brindan a los individuos y a los grupos una zona de vida privada en línea para sostener opiniones y ejercer la libertad de expresión sin injerencia o ataques arbitrarios o ilegales […] Una conexión VPN, o el uso de un servidor proxy, combinado con el cifrado, es tal vez la única manera en que el individuo puede acceder a información o compartirla en [entornos donde predomina la censura].”
Rusia es uno de esos entornos. Las leyes contra el extremismo rusas, excesivamente generales, permiten el enjuiciamiento de personas por todos los tipos de expresión que protege el derecho de los derechos humanos. Por ejemplo, hace poco un joven bloguero ha sido declarado culpable y ha recibido una condena condicional de tres años y medio por “incitar al odio” y “ofender los sentimientos de los creyentes” tras publicar un vídeo en el que jugaba a Pokémon Go en una catedral de Ekaterinburgo.
Mientras tanto, se utiliza la infame “ley sobre propaganda gay” para censurar y castigar contenidos relacionados con las personas y los derechos LGBTI. La discriminatoria ley ha sido recientemente condenada, con razón, por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, a pesar de lo cual sigue en vigor. La absurda situación actual es que las autoridades consideran “extremista” una caricatura del presidente Putin en la que se lo representa como un “payaso gay”, al mismo tiempo que no abren una investigación formal sobre la terrible campaña de secuestros, torturas y, en algunos casos, homicidios, de hombres gays en Chechenia.
En este entorno de censura y de homofobia patrocinada por el Estado, el anonimato en línea puede ser un salvavidas. Las herramientas de conexión anónima como las VPN podrían permitir un acceso crucial a información imparcial y precisa, especialmente para los niños, niñas y adolescentes LGBTI, que tal vez no puedan acceder a ella de otro modo. Internet es también un medio clave para buscar una comunidad y apoyo. La eliminación de las VPN dejará a cada vez más personas atrapadas en un mundo en línea reducido, donde incluso la afirmación de que “la homosexualidad es natural” se considera ilegal.
Las herramientas de conexión anónima pueden también proteger los derechos políticos: la lamentable táctica de los gobiernos de cerrar o bloquear partes de la web relacionadas con elecciones, protestas u otros eventos delicados se está volviendo habitual. Por ejemplo, Amnistía Internacional y OONI (Observatorio Abierto de Interferencias en la Red) documentaron que el gobierno etíope utilizó el bloqueo ilegal para censurar información sobre unas protestas en las que al menos 800 personas murieron a manos de las fuerzas de seguridad, y para bloquear aplicaciones de mensajería.
En concreto, el software para navegar de forma anónima Tor mostró un repunte de tráfico en esas fechas, lo que indica claramente la utilidad de este tipo de herramientas para eludir la censura ilegal y ejercer el derecho de acceder a la información.
Por eso es tan profundamente decepcionante la decisión de Apple. La censura de Internet en Chinaes amplia y va en aumento: el país quiere prohibir todos los servicios de VPN no gestionados por el Estado antes de enero de 2018. Si otras empresas siguen el ejemplo de Apple, la ciudadanía de este país tendría pronto muchas más dificultades para acceder libremente a la información en línea.
Apple dice que se limita a cumplir la ley china, pero esta respuesta no es suficiente. Las empresas tienen la responsabilidad de respetar el derecho internacional de los derechos humanos, con independencia del cumplimiento por el Estado de sus propias obligaciones en materia de estos derechos. Al retirar el acceso a las VPN de sus clientes chinos, Apple incumple estas responsabilidades. Habríamos esperado una postura más firme de una empresa que se enorgullece de ser una defensora de la privacidad.
Hubo un tiempo en que Internet pareció ofrecer la promesa de un acceso casi sin trabas a la comunicación a través de las fronteras y libre de la severa censura que —con demasiada frecuencia— pesa sobre los medios de comunicación audiovisuales o impresos. Esta circulación libre de la información prometía unirnos y hacer más pequeño el mundo.
Pero si los gobiernos pueden limitar nuestro acceso a la información que no aprueban mediante la censura y el bloqueo del acceso a herramientas para eludirla, esa promesa morirá. En su lugar, encontraremos islas de información cada vez más cerradas… y la web será un lugar menos inclusivo.