Reflexiones sobre la Asamblea Global de Amnistía Internacional de 2021

Por Dumiso Gatsha, de Botsuana, Representante permanente de la membresía internacional (2020 – 2023)

In May 2018, over a hundred people from across the globe came together in Nairobi, Kenya to capitalize on the potential of youth work across human rights movements. These people included youth leaders as well as staff members with a youth brief from within Amnesty International and beyond. They came together to share, to listen, to discuss and to challenge each other

Dumi (pronombres no binarios elle y le, y fórmulas del lenguaje no binario) es una persona radicalmente no binaria, queer, feminista y orgullosa de su panafricanismo, que trabaja por la eliminación de las barreras que separan la experiencia vivida en las bases de la de las esferas de elaboración de políticas globales. Además, ha fundado Success Capital, organización dirigida y gestionada por jóvenes, y dedicada también al público joven, cuyo objetivo es fortalecer y salvaguardar la capacidad de acción y la autonomía de la juventud LGBTIQ+ en materia de derechos humanos y desarrollo sostenible, cuestionando al mismo tiempo el poder, los privilegios y el patriarcado. Dumi forma parte del Consejo Consultivo Global de Jóvenes de IREX-USAID y de la junta directiva del Foro Mundial para la Democracia – Jóvenes, y fue nombrado representante de la Carta Africana de la Juventud por la Enviada de la Juventud de la Unión Africana.

El pasado fin de semana fue la culminación de un viaje fascinante, motivador y maravilloso de aprendizaje sobre Amnistía Internacional. Me viene a la memoria mi primera experiencia en una Asamblea en 2019, en medio de infinidad de experiencias, buenas y malas como activista, en el plano personal y en muchos otros aspectos. Uno de los aspectos destacados más memorables tiene que ver con la contribución a la estrategia de Amnistía, online previamente y en persona en Johannesburgo. La serie de seminarios web sobre la #PróximaEstrategia fue de lo más excitante; interactuar con el secretario general de ese momento y con otras y otros activistas brillantes y aprender de todo el mundo.

Veo este momento como la culminación de mi activismo juvenil, tras haber trabajado más de siete años a nivel de base. El acceso a tales espacios para alguien como yo —persona migrante, feminista queer, bipolar, no binaria— sólo ha sido posible a través de programas como el Acelerador de Acción Juvenil Goalkeepers de la Alianza Mundial CIVICUS. Y también, el ansia de más y mejor en cuanto a ampliar el alcance y ocupar el espacio. De modo que cuando me encontré delante de la Asamblea Global, con pasión y tras haber escuchado muchas conversaciones sobre política, representación de la gobernanza y desafíos globales (y lo que es más importante, había recorrido el camino a la implicación del colectivo de jóvenes, una comunidad que inspiraba y además motivaba), pensé para mis adentros: qué feliz soy por estar en este espacio, más vale tarde que nunca.

Una cosa que noté es cuántas personas se habían incorporado y asimilado en el seno del movimiento cuando eran jóvenes. Cómo habría anhelado una oportunidad de aprender y participar en el trabajo de derechos humanos cuando era joven. Sin embargo, como dijo en una ocasión Wangari Maathai, “los derechos humanos no son cosas que se ponen en la mesa para que la gente las disfrute. Son cosas por las que se lucha y después se protegen”. La exposición a cuestiones y trabajo de derechos humanos me habría ayudado a reconocer mucho antes que lo que me ocurría no era normal. Que las formas estructurales y variantes de violencia no deberían haberse normalizado ni siquiera en el internado afrikáans misógino y sexista al que asistí en la Sudáfrica posterior al apartheid.

Este último fin de semana no hizo más que reafirmar esto, mientras se celebraban los debates sobre las cuestiones de política y sobre la lucha contra el racismo. Fue un proceso de aprendizaje único sobre cómo debería ser la democracia. Como representante de la membresía internacional, puedo asimilar ahora fácilmente y sentirme con “seguridad” para ser y llegar a ser en el seno de este movimiento. El escaso número de miembros del personal con quienes he tenido puntos de contacto antes de asumir esta función ha sido increíble. Desde charlas paralelas al margen de las reuniones regionales, pasando por la pandemia de COVID-19 a la hora de reforzar de la estrategia, las consultas sobre asuntos relacionados con la juventud y orientación para mí y para las y los demás representantes de la membresía.

Amnistía Internacional me ha enseñado que se puede seguir siendo divergente y al mismo tiempo formar parte parte de un colectivo más amplio. Que existir más allá de los marcos de valor binarios y basados en la riqueza no tiene por qué ser un impedimento para formar parte de un panorama más amplio. Que la justicia social no tiene por qué ser tan solitaria y basada en los beneficios para individuos concretos. La participación escalonada me permitió asimilar, conocer a más miembros y entender mejor qué es formar parte del movimiento. Las muchas preguntas que me hago aún no tienen respuesta, y desde luego espero poder desentrañar estas cuestiones de mayor calado, con la orientación de un enfoque de liderazgo feminista con el que nuestro movimiento está comprometido.

Desde moderar conjuntamente el seminario web sobre justicia internacional para la membresía internacional, hasta aprender sobre los esfuerzos de distintas Secciones y valorar la estructura de gobernanza: la sensación es de asombro. Hay algunas cosas que otros movimientos y ONG internacionales pueden aprender de Amnistía. Tras haber asistido a dos ediciones de la Asamblea Global, en una de las cuales hubo una gran charla del ex vicepresidente del Tribunal Constitucional y de la Judicatura de Sudáfrica, Dikgang Moseneke, me alegra haber crecido un poco.

Nunca se debe infravalorar el privilegio de conectar con otras personas y aprender de ellas. Su alcance para transformar cómo y qué clase de cambio ocurre no puede documentarse nunca en una revisión de seguimiento y evaluación. Con este espíritu reflexiono sobre el fin de semana de la Asamblea Global y mi trayectoria en Amnistía; que puede haber muchas personas más que pueden beneficiarse del poder que es Amnistía, a nuestro alcance o dentro de nuestra influencia, en cualquier capacidad que se ejerza. Que otras personas supervivientes, personas de color y gente privada de representación pueden tomar el relevo en materia de derechos humanos por derecho propio. Que pueden expresarse sin represalias y seguir formando parte de un movimiento más amplio que se adapta constantemente a los tiempos mediante un proceso continuo de aprendizaje, desaprendizaje y reaprendizaje. Esta es la clase de Amnistía de la que quiero seguir formando parte, una Amnistía que viva y defienda lo que de verdad significa nacer en dignidad mediante la solidaridad y la acción por quienes no tienen poder.