Silencio de la Unión Europea ante las repugnantes escenas en la frontera croata

Hammad, 17, from Pakistan, with his lips wounded and swollen, injuries sustained by a baton used by the Croatian police, 9 November 2018.

Quienes trabajan con personas refugiadas y migrantes en Bosnia y Herzegovina, cerca de la frontera con Croacia, ya no se sorprenden ante escenas escandalosas.

Allí es frecuente ver cómo obligan a personas a retroceder al otro lado de la frontera, las golpean y desnudan, les queman los documentos o les azuzan perros.

Pero la última vileza ha sido ver a hombres que eran devueltos con cruces pintadas en la cabeza con aerosol de color naranja, o brutalmente golpeados y embadurnados de comida.

Estos casos, documentados originalmente por ONG locales y Amnistía Internacional, y sobre los que han informado recientemente The Guardian y EUobserver, fueron confirmados por varias organizaciones humanitarias internacionales que trabajan con las personas refugiadas y migrantes alojadas en los campos del cantón de Una-Sana, próximos a la frontera con Croacia.

Las imágenes son escalofriantes; la falta de respuesta de la UE, todavía más.

La impunidad es la norma en la frontera. Los informes de violencia ejercida por la policía croata siguen sin investigarse.

La humillación de unas personas que buscaban seguridad en Europa pintando cruces en sus cabezas es sólo el último de una larga sucesión de episodios, y es síntoma de una tendencia general a cometer violentas devoluciones sumarias y otras violaciones graves de derechos humanos en las fronteras exteriores de la UE, que también observamos en Bulgaria, Hungría y Grecia.

La ausencia de medidas por las instituciones de la UE para reprochar su conducta ilegítima a Estados individuales ha permitido que estas prácticas prosperen y favorecido que algunos países adopten más tácticas disuasorias de mano dura.

A pesar de las medidas de confinamiento adoptadas en toda Europa debido a la pandemia de Covid-19, las devoluciones sumarias de Croacia a Bosnia y Herzegovina continuaron a principios de 2020: observadores de ONG documentaron más de 1.600 casos de personas migrantes sometidas a devolución sumaria sólo en abril.

Hombres, mujeres, adolescentes y familias enteras han sufrido agresiones y otros abusos, detención arbitraria y destrucción de sus pertenencias.

Personas refugiadas y migrantes coinciden en relatar que la policía las despojó de su ropa y calzado y las obligó a recorrer a pie varios kilómetros hasta la frontera bosnia con mal tiempo.

“Sistemáticos y deliberados”

No son casos aislados. El gran número de casos y la similitud de las denuncias apuntan a una política deliberada y sistemática por parte de las autoridades croatas.

Simultáneamente, ha habido casos de intolerancia y discurso de odio hacia las personas refugiadas y migrantes en toda la región, que incluyen intentos de retratarlas como principales portadoras de coronavirus y amenaza para la salud pública.

Varios países han impuesto cuarentenas en los campos para personas refugiadas y migrantes, sin ofrecer a su población confinada apoyo básico ni los recursos que necesitan para protegerse de la infección.

En sus declaraciones públicas, tanto el vicepresidente de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, como la comisaria europea para Asuntos de Interior, Ylva Johansson, han expresado reiteradamente su dedicación a los derechos fundamentales, el derecho a solicitar asilo y la necesidad de combatir el extremismo y la xenofobia.

Durante su sesión con los miembros del Parlamento Europeo, antes de su confirmación como comisario europeo de Promoción del Modo de Vida Europeo, Schinas afirmó que “nuestro modo de vida europeo” es “estar abiertos al mundo y ofrecer corazón y hogar a las personas menos afortunadas”.

“En esencia —dijo—, ser europeo significa proteger a las personas más vulnerables de nuestras sociedades.”

Las leyes y tratados europeos reiteran asimismo el respeto de los derechos fundamentales, incluido el derecho a solicitar asilo y el principio de no devolución (non-refoulement).

Silencio ensordecedor en Bruselas

El Código de Fronteras Schengen, que articula las normas sobre el control de las fronteras de la UE, establece expresamente que los controles de fronteras deben llevarse a cabo respetando plenamente la dignidad humana.

Sin embargo, la Comisión guarda un ensordecedor silencio respecto a los alarmantes acontecimientos en las fronteras de Croacia.

No ha habido denuncia pública, ni llamamiento al gobierno de Croacia para que investigue debidamente los indicios, ni un intento serio de llevar a cabo una vigilancia independiente.

La respuesta a los reiterados llamamientos del Parlamento Europeo para que se investiguen los abusos ha sido tibia, con un débil señalamiento de las dificultades que implica corroborar las denuncias y la consabida negación de toda actuación indebida por parte de las autoridades croatas.

¿Dónde traza la línea la UE si estos abusos generalizados pueden continuar con impunidad?

Los informes verosímiles sobre cientos de casos que documentan violencia y prácticas ilícitas en las fronteras exteriores de la UE deberían impulsar una vigilancia eficaz e independiente, investigaciones transparentes y rendición de cuentas por las infracciones manifiestas del derecho de la UE.

Si la Comisión Europea está seriamente comprometida con el respeto de sus valores fundamentales, ya es hora de que pase de las palabras a la acción, condene rotundamente las devoluciones ilegales y la violencia en sus fronteras exteriores y reclame rendición de cuentas por parte de los autores de tales actos ilegales.

Nuestra manera de reaccionar ahora ante estos abusos contra los derechos humanos define quiénes somos y en quiénes nos convertimos como europeos.

El trato degradante a las personas refugiadas y migrantes socava las leyes de Europa y empaña su imagen.

Ahora que la Comisión Europea se propone anunciar nuevas políticas migratorias y de asilo, que representan un “nuevo comienzo” en las negociaciones, la impunidad en las fronteras de Europa tiene que acabar.