En todas partes, las personas desaparecidas se hacían visibles

Bissan Fakih es responsable de campañas sobre Oriente Medio de Amnistía Internacional, con sede en Beirut. En este artículo, comparte sus reflexiones desde un viaje de Amnistía Internacional a Damasco: el primer acceso oficial de la organización al país desde que empezó el levantamiento en 2011.  


En medio de una plaza abarrotada de gente en el centro de Damasco, decenas de mujeres aferraban contra su pecho fotografías enmarcadas de sus seres queridos. Se habían reunido en la plaza de Marjeh para pedir justicia para sus familiares que habían sido víctimas de desaparición forzada durante el brutal gobierno del ex presidente Bachar al Asad. Yo estaba en el borde de la multitud, cerca de la calle por la que pasaban automóviles a toda velocidad, entrevistando a una joven, con nuestra conversación interrumpida por el sonido de las bocinas de los autos. Un taxi redujo la velocidad cerca de nosotras y el taxista, un hombre mayor con el rostro curtido por el sol, se asomó por la ventanilla haciéndonos señas urgentemente. “¡Ayham Makki!”, gritaba frenético, mientras los autos detrás de él tocaban la bocina para que se moviera. “¡Ayham Makki!” Señalaba mi cuaderno, indicando que debía escribir eso. “¿Ha desaparecido?”, pregunté. “Sí, desaparecido. Mi cuñado”, dijo. Escribí el nombre, y alcé el cuaderno para que lo viera. Él asintió, en una señal solemne de aprobación, y se marchó. 

Me volví hacia la joven a la que estaba entrevistando. Se llama Sondos Mohammad Hassan. Su padre se había convertido en víctima de desaparición forzada hace 10 años. Describió cómo las fuerzas gubernamentales sirias lo habían aprehendido durante el Ramadán: “Estábamos todos en casa, tomando el suhur juntos. Llegaron y se lo llevaron”. 

“Hoy he venido a pedir justicia”, me dijo. “No habrá paz civil sin justicia, sin rendición de cuentas. Los que secuestraron a gente deben rendir cuentas de sus actos.” Hizo una pausa. “Hay gente que aún busca a sus familiares”, añadió con suavidad. “Yo ya he dejado de buscar […] pero otras personas no.” 

Durante la semana que estuvimos en Siria hubo tres sentadas y vigilias de las familias de las personas desaparecidas únicamente en Damasco y sus alrededores. Las numerosas decenas de miles de personas desaparecidas, ausentes desde hace tanto tiempo, se están haciendo visibles y recordadas gracias a la lucha de sus seres queridos. 

Gran parte del poder del gobierno derrocado de Asad se basaba en las detenciones arbitrarias y las desapariciones forzadas: una suerte tan aterradora que cualquiera se lo pensaba dos veces antes de oponerse a su gobierno. Siria se regía por el miedo, y el precio de la disidencia era a menudo la desaparición sin rastro.  

Se calcula que en Siria han desaparecido más de 100.000 personas —la mayoría a manos del gobierno de Asad— desde 2011, cuando comenzó el alzamiento en el país. La mayoría eran hombres jóvenes, pero también había mujeres, niños y niñas; los recogían en la calle o se los llevaban de sus casas, y desaparecían de la faz de la tierra. Algunos eran víctimas por su abierta oposición al gobierno de Asad, otros por hablar con periodistas o distribuir ayuda humanitaria, otros porque algún informante los había denunciado como opositores al gobierno (fuera verdad o no), y otros eran capturados al azar en puestos de control. 

 
Cuando el gobierno de Asad cayó el 8 de diciembre de 2024, las familias esperaron con el alma en vilo, confiando en que sus seres queridos aparecieran del laberinto de tristemente famosos centros de detención subterráneos en los que se había torturado y escondido a tantas personas. La gran mayoría no aparecieron. 

Nuestro equipo viajó a Daraya, famosa por ser un bastión de protestas no violentas en 2011: los líderes jóvenes y pacíficos de esas protestas sostenían flores ante las fuerzas de seguridad que disparaban con munición real contra las protestas en el país. Daraya sufrió la ira del gobierno de Asad, tanto por su simbolismo como por su proximidad a la capital, el centro del poder. Una gran cantidad de sus jóvenes fueron objeto de desaparición forzada. Más tarde se devolvieron algunos de sus cadáveres, con señales de haber muerto a consecuencia de torturas. En los casos en los que no se recuperaron los cadáveres, las familias han aceptado que probablemente murieron bajo custodia, pero nadie les dijo dónde podían estar los cuerpos.  

En Daraya, Abu Ammar, miembro del consejo municipal de la ciudad, nos dijo: “La noche de la liberación [8 de diciembre de 2024] regresamos a Daraya. En Damasco todo el mundo celebraba. Sin embargo, en Daraya no hubo celebración porque la gente esperaba que regresáramos de nuestro desplazamiento [y trajéramos] a los desaparecidos. Unas 2.700 personas detenidas están desaparecidas, en paradero desconocido. Estas son las que hemos documentado, pero hay más”. 

En Yarmuk y Deir Assafir, en Guta Oriental, las familias de las personas desaparecidas se reunieron en las “Tiendas de la verdad”, una iniciativa de base emprendida en toda Siria en la que las familias se reúnen en tiendas para reclamar la verdad sobre lo sucedido a sus seres queridos. Era sobrecogedor ver la enorme cantidad de gente en las Tiendas de la verdad de Deir Assafir. Cientos y cientos de personas estaban sentadas, portando fotos de sus seres queridos.  

Un hombre sujetaba un papel contra el pecho, y nos pidió que le filmáramos. Con una clara escritura en tinta azul, había hecho una lista de los nombres de 10 hombres de su familia que habían sido víctimas de desaparición forzada. Tres de ellos eran sus hijos, dijo Omar Ahmad Jalloud. Ahmad, Mohammad y Ali desaparecieron el mismo día: el 30 de agosto de 2012. 

En Yarmuk, un joven llamado Ziad Amayre me contó que 10 familiares suyos habían desaparecido de la zona de Tadamon. Supuse que hablaba de miembros lejanos de su familia extensa. Pero se me cayó el alma a los pies cuando los enumeró: “Mi madre. Mis cuatro hermanas. Mi cuñado, esposo de una de mis hermanas. Sus dos hijos. Dos tías”. Todos habían desaparecido juntos.  

De vuelta a la plaza de Marjeh, la gente no hacía más que acercarse a las familias que sostenían fotos, y les preguntaban: “¿A quién representa usted?”, “¿Por qué hace esta sentada?”, “¿Por los desaparecidos kurdos?”, “¿Por los desaparecidos a manos del régimen?”. Las asociaciones de familias insistían con firmeza en su inclusividad y unidad, pese a lo que parecía una noticia omnipresente de que Siria se estaba fragmentando o desmoronando. “Por todas las personas desaparecidas, todas ellas, de todas partes”, respondían las familias.   

Hay tanto por hacer para lograr justicia, y las familias de las personas desaparecidas dejan clara la lista de tareas pendientes:  

Hay que realizar excavaciones forenses de las fosas comunes, hay que entrevistar a los testigos, hay que preservar y analizar las pruebas. Quienes sobrevivieron a la espantosa detención y desaparición deben recibir apoyo y reparación. Y quienes causaron este indescriptible horror y provocaron que las familias lloren a sus seres queridos que desaparecieron durante la guerra de Siria deben rendir cuentas de sus actos. Las nuevas autoridades sirias deben garantizar que el pasado es el pasado y que estas violaciones de derechos nunca se repetirán.  

A pesar de llevar más de un decenio trabajando sobre la cuestión de las desapariciones forzadas en Siria, y de conocer las cifras estimadas, me fui de Siria conmocionada y abrumada por la inmensa magnitud de personas afectadas. Pasaba las páginas de mi cuaderno en Beirut cuando vi que había garabateado una nota: “No creo que haya un espacio en Siria en el que no hubiera supervivientes de detención y familias de personas desaparecidas”. Incluso lejos de nuestro trabajo, predominaba esta angustia, en todas partes, que aparentemente afectaba a todo el mundo. El movimiento de Amnistía Internacional documentó el matadero de Saydnaya y el dolor causado por las desapariciones llevadas a cabo por el gobierno de Asad y numerosos grupos armados sirios, e hizo campaña por la liberación de las personas detenidas. Nos solidarizamos con las familias de las personas desaparecidas. Y ahora, mientras las familias luchan por la verdad, la justicia y la reparación, debemos escuchar y apoyarlas una vez más. 

Un activista que trabaja en la organización de las Tiendas de la verdad, y cuyo hermano fue víctima de desaparición forzada, dijo: “Jamás debería volver a haber un gobierno que pueda hacerte desaparecer de la faz de la tierra”. 

Lee el nuevo informe sobre las familias de las personas desaparecidas en Siria, sobre su lucha por la justicia y sus urgentes demandas.  

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