Editorial #11: Si el personal de salud no es respetado y protegido, nadie lo está

Por Ana Piquer, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Chile.

Hace algunos días atrás, el ministro de salud, Enrique Paris, destacó el esfuerzo del Hospital de Castro, que aumentó sus camas críticas de 5 a 24, señalando que lo habían hecho “con alegría” y que “nadie se quejó”. No es de sorprender que el Colegio Médico reaccionara con indignación y que incluso FENPRUSS Coordinación Chiloé emitiera una declaración señalando que no aceptan que se les utilice para “ningunear” a trabajadores/as de la salud del país, pues “acá nadie está feliz […] La red asistencial está saturada”.

Trabajadoras y trabajadores de la salud vienen más de un año reclamando sus derechos. Esto no es “quejarse”, es levantar preocupaciones legítimas y que afectan no solo los derechos de quienes trabajan en el área de la salud, sino el derecho a la salud de todas las personas en Chile. En agosto de 2020, Amnistía Internacional publicó el informe Ya no podemos ser pacientes: por tu derecho a la salud y de quienes nos cuidan”. En ese informe, ya se alertaba sobre la precariedad en la que estaba el personal de salud enfrentando la pandemia. En ese momento, estaba la preocupación por el colapso de los hospitales y problemas con los ventiladores. De hecho, algunos hospitales efectivamente colapsaron, en particular aquellos que atienden a comunas más populosas y de menos recursos, lo que nunca fue reconocido por las autoridades que persistieron en el discurso genérico de “nunca faltaron ventiladores”, que no refleja en absoluto la realidad de terreno.

Muchos de los testimonios recogidos para el informe advertían del nivel de estrés de los trabajadores y trabajadoras de la salud, lo que muchas veces se acentuó por la precarización laboral, faltas de periodos de descanso y ausencia de apoyo a la salud mental. Esto en agosto de 2020, tras el peak vivido alrededor de junio de ese año. Hoy, estas mismas personas están enfrentando el peor momento de la pandemia hasta ahora en Chile, con esa carga de cansancio y estrés acumulada por un año y frente a un gobierno que no escucha ni percibe la realidad del terreno ni a personas y organizaciones expertas que han propuesto maneras diferentes de afrontar la pandemia, las que podrían ser más efectivas en controlarla.

¿Cómo puede el ministro Paris celebrar que se necesita aumentar esa cantidad de camas críticas, siendo que si la pandemia estuviera controlada este esfuerzo ni siquiera sería necesario? ¿Cómo puede el ministro celebrar la “alegría” con la que se hizo esto? ¿Cómo puede poner esta exigencia sobre trabajadores/as de la salud que han visto sus vidas enteras afectadas por más de un año, en las peores condiciones, y si lo hacen presente esto es “quejarse” cuando debieran manifestar “alegría”?

Tratar así al personal de salud, no escucharles ni garantizar sus derechos, es injusto para ellos y en definitiva para toda la sociedad.  Ya no podemos ser pacientes, lo dijimos en agosto del año pasado y hoy cobra más sentido. El derecho a la salud de todas las personas en Chile es lo que está en juego.