Oday: “Más de 600 personas se ahogaron en el naufragio de Pylos, incluido mi hermano. No son números. Son personas”.

Oday es un sirio que vive en Reino Unido. Sus hermanos Mohammed y Riyadh huyeron de Siria a Europa. Terminaron en el Adriana, un arrastrero sobrecargado que salió de Libia con aproximadamente 750 personas de Siria, Pakistán y Egipto a bordo, y que se hundió frente a la costa de Pylos (Grecia), el 14 de junio de 2023.

Mohammed, uno de los hermanos de Oday, sobrevivió, pero Riyadh murió.

Algunas personas sobrevivientes dijeron a Amnistía Internacional y a Human Rights Watch que la guardia costera griega remolcó con una cuerda la embarcación, lo que hizo que ésta volcara. Después, los intentos de rescate fueron lentos. Sólo sobrevivieren 104 personas.

Un año después del naufragio, Oday relata sus experiencias y pide justicia y rendición de cuentas.

Me llamo Oday al Talab. Tenía dos hermanos, Mohammed y Riyadh, pero Riyadh murió en el naufragio de Pylos.

En mi ciudad de Siria, Deraa, trabajaba como periodista. Los francotiradores del régimen me dispararon dos veces debido a mi actividad en los medios de comunicación en Siria, donde estaba documentando violaciones de derechos contra civiles. Debido a mi salud y a los continuos ataques del régimen, salí de Siria.

Considero que nuestra situación es de desplazamiento. Fuimos desplazados de Deraa porque [las autoridades sirias] bombardearon nuestras casas y vecindarios. Mis hermanos salieron de Siria por esto. Además, habían llegado a la edad del servicio militar obligatorio y no querían incorporarse al ejército del régimen. Las opciones para la juventud en Siria son la muerte, la migración o el desplazamiento.

Buscando a mis hermanos

Cuando supe del naufragio, no tenía información sobre si era el barco en el que iban mis hermanos, pero sabía que había una gran posibilidad de que lo fuera. Organicé inmediatamente mi viaje a Kalamata (Grecia), adonde habían llevado a las personas sobrevivientes y a las ahogadas.

Fui al hospital, luego a la guardia costera. No dieron más detalles sobre el incidente. El sufrimiento continuó mientras iba entre la guardia costera, la policía y el hospital, y luego de regreso a la guardia costera. Finalmente difundieron una lista con los nombres de 104 sobrevivientes de diferentes nacionalidades.

Busqué los nombres de mis hermanos. Encontré a Mohammed.

Pregunté por mi otro hermano, Riyadh. Dijeron que no tenían ninguna información sobre él. Me dijeron: “Te llevaremos a ver a tu hermano, pero no puedes preguntarle por tu otro hermano ni hacerle ciertas preguntas. No puedes llorar. Lo verás un minuto o menos”. Cuando me llevaron a verlo, nos separaba una valla de hierro.

“¿Dónde está Riyadh?”, me preguntó Mohammed enseguida. Yo le pregunté lo mismo. No pudo controlarse y se echó a llorar. Tenía la cara magullada por lo que había soportado. La policía lo llevó adentro, de regreso a un almacén no apto para animales y mucho menos para seres humanos. No me dejaron consolar a mi hermano.

En el barco que se hundió había muchas personas de Deraa. Muchas familias sirias se pusieron en contacto conmigo para averiguar la suerte que habían corrido sus hijos e hijas que estaban a bordo. Comencé a ayudarlas pidiéndoles información sobre sus familiares. De la lista de sobrevivientes, marcamos los nombres sirios y se contactó a sus familias. Se les aseguró que sus hijos o hijas estaban vivos. Para aquellas personas cuyos nombres no pudimos encontrar, su situación era la misma que la de mi hermano desaparecido.

Las autoridades no cooperan

Las autoridades griegas nos trataron muy mal. Dijeron que había 82 cuerpos, pero no nos daban más información a pesar de que somos familiares de quienes murieron.

Para identificar los cuerpos, di una muestra de ADN en Kalamata junto con detalles sobre mi hermano perdido como su altura y peso, edad, una foto suya, marcas distintivas, todo. Al día siguiente fui a Atenas para buscar en los hospitales, preguntar por los cuerpos, encontrar información sobre la suerte de mi hermano perdido. Me dijeron que las 104 personas sobrevivientes habían sido trasladadas a un campamento cerca de Atenas. Fui allí y pedí volver a ver a mi hermano Mohammed. Allí también había muchas familias y familiares de las víctimas y sobrevivientes. Las autoridades nos dijeron que había que esperar mucho.

Pregunté al administrador del campo si podían permitir que todos los miembros de las familias de Deraa entraran juntos al campo y que se les diera una hora para ver a las personas sobrevivientes sirias. Aceptaron la solicitud. Habíamos comprado por nuestra cuenta algunos artículos para las personas sobrevivientes: teléfonos móviles con conexión a Internet, ropa, comida y productos de higiene personal. Vimos a algunas personas sobrevivientes sirias que aún vestían la misma ropa que llevaban cuando el barco se hundió. Un joven se cubría con una manta porque no tenía ropa.

Aceptar la pérdida

En nuestro cuarto día en Grecia, pregunté a la guardia costera si habían rescatado a alguien aparte de las 104 personas sobrevivientes. Dijeron que no. En ese momento, cualquier persona que siguiera desaparecida estaba muerta. Esto es lógica; esto es sinceridad. Perdimos la esperanza de encontrar a las personas desaparecidas. Con base en la información que teníamos, anunciamos la muerte de mi hermano menor Riyadh.

Una semana después de regresar a Reino Unido, recibí un correo electrónico de las autoridades griegas en el que me decían que habían identificado el cuerpo de mi hermano Riyadh y que me pusiera en contacto con ellas para organizar el funeral. Incluso cuando dije a las autoridades griegas que quería que Riyadh fuera enterrado en Grecia, me insistieron varias veces que me pusiera en contacto con la embajada siria. Me negué. Al ser de una familia de la oposición, no reconocemos al régimen sirio y no tratamos con él.

Finalmente me dijeron que el entierro podría tener lugar en Grecia, pero no hay cementerio islámico en Atenas. Las autoridades griegas me dijeron que no cubrirían los costes de un entierro islámico. Tuve que encargarme del entierro yo mismo.

Cuando liberaron el cuerpo de Riyadh, volví a Grecia y me puse en contacto con una empresa de servicios funerarios musulmanes. Recogimos el cuerpo de mi hermano de un refrigerador mortuorio en Atenas y enterramos a Riyadh en un cementerio musulmán a ocho horas de Atenas.

Si las autoridades griegas tienen los cuerpos y los datos de quienes murieron, ¿cómo es posible que no hayan devuelto todos los cuerpos a sus familias después de un año?

Esto está mal. Queremos justicia. Queremos que los responsables rindan cuentas.

Puse en marcha la iniciativa “Justice for the Boat Victims” (Justicia para las víctimas del naufragio) [una campaña en Internet de apoyo a las víctimas y familiares del naufragio]. La campaña ayudó a las familias de las personas desaparecidas en la búsqueda de sus familiares. Hicimos llamamientos a ONG y medios de comunicación, publicamos fotos e información. Creamos un grupo de WhatsApp para las familias de las víctimas para que pudieran comunicarse, y las aconsejamos sobre cómo comunicarse con la Cruz Roja y la Media Luna Roja, y cómo hacer pruebas de ADN. Ayudamos a las personas sobrevivientes a ponerse en contacto con profesionales de la abogacía.

Según testimonios de testigos, las autoridades griegas intervinieron en el hundimiento de la embarcación. Queremos justicia y rendición de cuentas. Más de 500 de las personas ahogadas siguen en el mar. No son números. Tenían sueños, tenían familias y tenían derechos. Tenían derecho a vivir.

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