- Falta de respuesta a la catástrofe y asistencia médica deficiente en situaciones de inundación y ola de calor.
- La colaboración con Indus Hospital & Health Network revela el alcance del problema.
- Los niños y niñas y las personas mayores son quienes tienen más probabilidades de sufrir los efectos y menos probabilidades de ser tenidos en cuenta.
Los sistemas de respuesta a la catástrofe y en materia de asistencia médica no están cubriendo las necesidades de los niños y niñas y las personas mayores, que son quienes corren mayor peligro de muerte y enfermedad en condiciones meteorológicas extremas relacionadas con el cambio climático; así lo afirma Amnistía Internacional en un nuevo informe.
En Uncounted: Invisible deaths of older people and children during climate disasters in Pakistan, Amnistía documenta cómo las inundaciones y olas de calor cada vez más frecuentes en Pakistán están desbordando su sistema sanitario infradotado, lo que causa muertes evitables entre los niños y niñas de corta edad y las personas de avanzada edad en particular.
Pakistán, responsable de alrededor del 1% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero anualmente, es el quinto país del mundo más vulnerable a las catástrofes climáticas. Investigando en colaboración con Indus Hospital & Health Network (IHHN), entidad benéfica que presta asistencia médica gratuita en Pakistán, Amnistía Internacional descubrió que los picos de mortalidad solían estar precedidos de fenómenos meteorológicos extremos.
En Pakistán, los niños y niñas y las personas mayores están sufriendo en primera línea de la crisis climática.
Laura Mills, investigadora del Programa de Respuesta a las Crisis de Amnistía Internacional
“La subida de las temperaturas provoca fenómenos meteorológicos cada vez más intensos e impredecibles. En Pakistán, los niños y niñas y las personas mayores están sufriendo en primera línea de la crisis climática, expuestos a situaciones de calor extremo o inundación que causan niveles desproporcionados de muerte y enfermedad”, ha manifestado Laura Mills, investigadora del Programa de Respuesta a las Crisis de Amnistía Internacional.
“El sistema de atención de la salud de Pakistán adolece lamentablemente de financiación insuficiente y sobrecarga, incluso cuando no hay emergencias. La crisis climática crea una tensión adicional insoportable, que hace que el sistema no preste la debida asistencia a todas las personas que la necesitan.”

Las inundaciones suelen favorecer la propagación de enfermedades transmitidas por el agua y los mosquitos y de afecciones respiratorias, que representan un grave peligro para las personas mayores y los niños y niñas de corta edad. De igual modo, el calor extremo es muy peligroso para las personas adultas más mayores, sobre todo las que ya tienen problemas de salud, y para los bebés. Pakistán no recoge prácticamente ningún dato de mortalidad asociada a estos efectos, lo que limita su capacidad de responder adecuadamente y salvar vidas.
Para comprender el impacto de los fenómenos meteorológicos extremos en la salud, IHHN llevó a cabo un análisis cuantitativo de las muertes registradas en 2022 en tres de sus centros, situados en Badin (provincia de Sind, gravemente afectada por inundaciones), Muzaffargarh y Bhong (provincia de Punjab, gravemente afectada por olas de calor). IHHN comparó la relación entre los índices de mortalidad y los indicadores climáticos, incluidas precipitaciones y temperaturas.
Amnistía Internacional realizó entrevistas cualitativas dirigidas a entender mejor la situación para complementar la investigación cuantitativa de IHHN. Visitó las provincias de Sind y Punjab en cuatro ocasiones entre abril de 2024 y enero de 2025, y llevó a cabo entrevistas telemáticas en Jyber Pajtunjwa y Baluchistán. En total, la organización entrevistó a 210 personas, 90 de las cuales eran familiares de personas cuyas muertes podían atribuirse razonablemente a olas de calor o inundaciones.
“El día que murió, yo estaba junto a su cama”
En 2022 se registraron olas de calor sin precedente en Pakistán, con temperaturas superiores a 50°C. La subida de la temperatura por encima de la media causó lluvias anormalmente intensas. El río Indo, que recorre todo el país, se desbordó e inundó un área de 75.000 km2. Al menos 33 millones de personas resultaron afectadas, y se calcula que ocho millones tuvieron que desplazarse.
En septiembre, el hospital Badin de IHHN, situado en la provincia meridional de Sind, en la desembocadura del Indo, registró un número de muertes que superaba en un 71% la media mensual en 2022. Las causas principales tenían relación con la salud materna y neonatal y con enfermedades infecciosas, y los mayores incrementos se daban en niños y niñas menores de cinco años, sobre todo en bebés (incluidos neonatos, es decir, con menos de 28 días de vida) y en personas de más de 50 años.
Amnistía Internacional entrevistó a decenas de personas afectadas por las inundaciones de 2022, incluidas las que habían perdido a familiares debido a enfermedades transmitidas por el agua o los mosquitos. Muchas contaron que la ausencia de medidas de evacuación a tiempo y condiciones de vida adecuadas había sido el principal factor contribuyente a la enfermedad del niño o niña o la persona mayor.

Una mujer de 32 años, Seeta, y sus tres hijos, tuvieron que desplazarse a una carretera elevada cerca de su pueblo. La familia intentó hacerse un refugio con somieres y lonas. Según dijo a Amnistía Internacional: “Estábamos completamente empapados y no podíamos protegernos”.
Poco después, su hija Kareena, de un año, desarrolló una tos severa que duró semanas. Debido a las inundaciones, la familia no podía llevarla al médico. Finalmente la llevaron al hospital Badin de IHHN. A pesar de recibir oxígeno, suero intravenoso y otros medicamentos, Kareena murió el 27 de agosto de insuficiencia respiratoria aguda.
Seeta contó: “El día que murió, yo estaba junto a su cama. Empezó a desmayarse y a cerrar los ojos. Llamé gritando a mi esposo […] Sentí un dolor inmenso.”
Mucha gente no recibió ningún aviso sobre la magnitud de la catástrofe que se avecinaba. La ausencia de alerta temprana cuesta vidas, entre ellas las de muchos niños y niñas que a veces se quedan rezagados o se pierden durante una evacuación apresurada.
En 2024 se repitió el patrón, con una anormal subida de la temperatura que causó fuertes lluvias e inundaciones. Más de 1,5 millones de personas se vieron afectadas, muchas de las cuales ya habían sufrido desplazamiento dos años antes. Aunque en 2024 los sistemas de alerta temprana habían mejorado en algunas zonas, a menudo no se proporcionó ayuda a la evacuación y refugio a quienes habían sobrevivido a las inundaciones, y prácticamente no se había adoptado ninguna medida preventiva, por lo que el resultado volvió a ser la propagación de enfermedades.

“Tenía el cuerpo caliente […] no se movía”
Las terribles olas de calor de 2022 y 2024 marcaron nuevos máximos de temperatura en gran parte de Pakistán. A pesar de los bajos índices oficiales de muertes, Amnistía Internacional entrevistó a muchas personas que habían visto afectada su salud por olas de calor, y a 24 familiares de personas cuyas muertes podían atribuirse razonablemente al calor extremo en 2022 y 2024, aunque no estuvieran registradas como muertes asociadas al calor. Todas las personas fallecidas tenían más de 50 años, y muchas se habían visto obligadas a trabajar durante las peligrosas horas de máximo calor porque no tenían una pensión ni otra ayuda social.
En Karachi, la llamada “desconexión de carga” —prolongados cortes de electricidad— hizo que la temperatura aumentara peligrosamente en los bloques de pisos densamente poblados. Aunque el gobierno y algunas ONG establecieron varios centros de enfriamiento, eran escasos y distantes entre sí para una ciudad de al menos 20,3 millones de habitantes. La mayoría de las personas entrevistadas por Amnistía Internacional no sabían de su existencia. Los centros de asistencia médica primaria no estaban equipados para tratar a pacientes con enfermedades asociadas al calor. Muchos pacientes fueron derivados a grandes hospitales, que enseguida vieron desbordada su capacidad.
Un hombre de Karachi contó que su padre de 65 años había muerto entre cortes de luz prolongados. El 25 de junio de 2024 llevó a su padre a un centro de salud cercano al ver que empeoraba su estado. Así lo contaba: “Tenía el cuerpo caliente y los ojos abiertos, pero respiraba con mucha dificultad y no se movía […] En el centro nos dijeron que había que trasladarlo a un hospital principal porque su estado era demasiado grave”.
No había ambulancias oficiales disponibles, y las organizaciones benéficas dijeron que estaban saturadas y no podían enviar una. El hombre murió antes de llegar al hospital.

Recogida de datos inadecuada
En Pakistán, menos del 5% de las muertes se registran de alguna forma. Amnistía Internacional concluyó que los datos oficiales sobre muertes por inundación son invariablemente inferiores a las cifras reales. Por ejemplo, en su recopilación de datos, las autoridades de gestión de catástrofes normalmente sólo registran las muertes por ahogamiento o electrocución, y omiten las posteriores debidas a enfermedades infecciosas. Esto hace que las personas mayores y los niños y niñas, que son quienes están más expuestos a la enfermedad tras una inundación, sean estadísticamente invisibles.
Los datos sobre mortalidad durante las olas de calor son aún menos fiables. En 2022, cuando se alcanzaron los 50°C en muchas partes de la provincia de Punjab, donde residen 120 millones de personas, se registraron oficialmente cero muertes por calor.
Es difícil registrar con precisión las muertes por calor extremo en cualquier contexto, ya que las víctimas normalmente ya tenían algún problema médico que las hizo más vulnerables a esas condiciones. Los especialistas suelen utilizar las “muertes en exceso” —o por encima del número previsto— para determinar la relación entre el calor extremo y la mortalidad.
A pesar de los efectos desproporcionados de las catástrofes climáticas en las personas mayores, prácticamente no hay datos recopilados sobre su salud. Actualmente, la recogida oficial de datos del gobierno no está diseñada para reflejar el coste humano de la crisis climática. Sin conocer bien el número de víctimas y quiénes corren mayor peligro, ni el gobierno paquistaní ni la comunidad internacional podrán empezar a abordar los daños climáticos.

Recomendaciones
Según el derecho internacional de los derechos humanos, los Estados deben proteger el derecho a la vida y el derecho a la salud. Aunque Pakistán ha hecho avances notables en su respuesta a las catástrofes desde 2022, sigue sin proteger estos derechos para muchas personas.
“Lo trágico de esto es que quienes menos contribuyen a causar la crisis climática son quienes sufren la peor parte de sus nocivas consecuencias”, ha dicho Laura Mills.
“El cambio climático no se detiene en las fronteras internacionales. La responsabilidad de las muertes evitables en Pakistán no sólo recae en Islamabad, sino también en aquellos países que continúan quemando, produciendo y suministrando combustibles fósiles en proporciones inaceptablemente altas.
Pakistán debe hacer más para mejorar su sistema sanitario y sus respuestas de emergencia para hacer frente al cambio climático, y la comunidad internacional debe asegurarse también de que los sectores más vulnerables de la sociedad paquistaní están protegidos. Los países de ingresos elevados y altas emisiones deben proporcionar más apoyo económico y de otro tipo para ayudar a la adaptación de toda la población paquistaní a la crisis climática y reparar los daños climáticos.”
