Desde que el actual gobierno israelí tomó posesión en diciembre de 2022, las autoridades han intensificado sus políticas dirigidas a desplazar población palestina en varias partes de la Cisjordania ocupada, la denominada Zona C, sometida al control israelí. Estas actividades aumentaron tras los ataques perpetrados por Hamás el 7 de octubre de 2023 y el genocidio de Israel contra la población palestina en la Franja de Gaza.
En el norte del valle del Jordán, estas políticas, sumadas a una escalada de la violencia de los colonos, han causado el desplazamiento de decenas de comunidades palestinas y amenazan a cientos más. El agricultor palestino Rasheed Khudeiri, activista de la campaña Solidaridad con el Valle del Jordán, nos describe la lucha diaria de la población para permanecer en su tierra, las consecuencias para las familias y sus medios de subsistencia, y su resiliencia inquebrantable ante los intentos sistémicos de desarraigarlas.
Vivo en Bardala desde 1982. Bardala, como otras comunidades palestinas cercanas, siempre ha sido una población con un marcado sentido de comunidad. En 1965, después de que la empresa de aguas israelí Mekorot perforara varios pozos cerca de allí, cruzando la línea que separa Israel del Territorio Palestino Ocupado, se agotaron los manantiales naturales de los que dependíamos, así que la población local se reunió y decidió excavar un pozo artesiano. La comunidad no podía permitirse pagar por ese trabajo, así que todos colaboraron: unos se pusieron a cavar, otros dieron de comer a los que trabajaban o les ofrecieron alojamiento, y así sucesivamente. Fue un bonito ejemplo de esfuerzo colectivo, y el pozo revitalizó nuestra agricultura. Sin embargo, en 1973, seis años después de que Israel ocupara el territorio, Mekorot asumió el control del pozo del pueblo y llegó a un acuerdo para vender agua a sus habitantes descontando los gastos de bombeo del agua.
Hubo más cambios en 1993, cuando la empresa de agua excavó tres nuevos pozos dentro de Bardala pero no suministró agua para cubrir las necesidades de los residentes del pueblo. Somos una comunidad agrícola, por lo que nos cuesta mucho sostener nuestra agricultura sin acceso al agua. Israel controla el agua, la suministra abundantemente a los asentamientos e impide su suministro a las comunidades palestinas. Sólo el mes pasado, perdí 10.000 kilos de cosecha de yute. Se cortó el suministro de agua y no pude regar mis plantas. No sólo las plantas están sedientas, nosotros también. Es una política de discriminación evidente.
Desplazamientos de población palestina en la Zona C
El valle del Jordán abarca casi el 30% de Cisjordania. Alrededor del 90% de sus tierras fueron clasificadas como “Zona C” de Cisjordania en virtud del Acuerdo de Oslo. Hay 37 asentamientos israelíes y decenas de puestos de avanzada de colonos israelíes en esta zona. Los puestos de avanzada no los establece el Estado sino los propios colonos, que se apoderan de la tierra y los recursos naturales con impunidad. Alrededor del 39% de las tierras del valle del Jordán están clasificadas por las autoridades israelíes como reservas naturales y zonas de maniobras militares, y está prohibido el acceso a personas palestinas. Esto facilita aún más que se apoderen de los recursos naturales, así como el desplazamiento de la población palestina autóctona. Las personas palestinas con título de propiedad sobre tierras incluidas en alguna de estas categorías tienen prohibido acceder a estas zonas, mientras que los colonos se instalan en ellas y las utilizan para pastorear ganado.
Las autoridades israelíes, además, han concedido a los consejos de los asentamientos de colonos en Cisjordania amplios poderes para adueñarse de tierras y recursos hídricos, y con ello han fortalecido los puestos de avanzada de los colonos israelíes dedicados al pastoreo. El fenómeno de los puestos de avanzada de colonos israelíes dedicados al pastoreo se generalizó en 2012 y experimentó un drástico auge en 2018 y 2019, cuando estos puestos comenzaron a extenderse por las cimas de las colinas y los montes.
Cuando el primer ministro, Benjamin Netanyahu, y el ministro de Economía, Bezalel Smotrich, llegaron al poder a finales de diciembre de 2022, el gobierno israelí adoptó un conjunto de políticas encaminadas a destruir los medios de vida de la población palestina en su tierra y aumentó drásticamente su apoyo a estos asentamientos. Los puestos de avanzada han sido un desastre para nosotros. Los colonos, incluidos violentos grupos de jóvenes colonos llamados “Jóvenes de las Colinas”, han generado un clima de miedo para intimidar a la población palestina y hacer que se marche.
Una invasión de puestos de avanzada de colonos
Sólo en la zona del norte del valle del Jordán, los colonos se han apoderado de siete manantiales que la población palestina necesita para sobrevivir. Los colonos dedicados al pastoreo no sólo roban nuestros recursos naturales sino que también se apropian de nuestra cultura, herencia y modo de vida. Los colonos de los puestos de avanzada pastorean vacas y ovejas, construyen casas de adobe y fabrican productos lácteos palestinos.
Hay un puesto de avanzada agrícola a menos de dos kilómetros al norte de Bardala, en la zona de Qaoun, Tabayeq y Marah a Tajat. El ejército israelí estableció un puesto de control en sus proximidades. Hay toda una cadena de puestos de avanzada rodeando la zona, concebidos para colaborar en el bloqueo de carreteras y la prohibición del acceso a tierras y otros recursos de los que depende la población palestina.
Aunque estos puestos de avanzada israelíes ocupan unas pocas hectáreas de terreno, dominan grandes extensiones de tierra para el pastoreo. Y, por si fuera poco, está la violencia. No hace mucho hubo un ataque de colonos contra Hammamat al Maleh. Robaron un rebaño de 50 ovejas en mitad de la noche e intentaron huir con él. Pero las ovejas fueron reacias a adentrarse en zonas desconocidas, y los colonos optaron por masacrarlas, con cuchillos y armas de fuego. ¿Qué se puede decir cuando incluso atacan a los animales?
Se están apoderando de nuestros medios de subsistencia.
Y ahora Israel quiere aplicar sus leyes a las tierras palestinas. ¿Con qué derecho? ¿Con qué derecho confiscan mi tractor? ¿O me impiden acceder a mi pozo? Hace poco los colonos se han apoderado de cinco manantiales. Se están apoderando de nuestros medios de subsistencia.
Guardo muy buenos recuerdos de mi infancia, cuando me bañaba en los manantiales de agua caliente de Al Malih con mi familia y en excursiones del colegio. La última vez que me bañé allí fue en 1998, en una excursión con mi abuelo. Recuerdo que mis primos y yo nos pusimos el bañador y saltamos al agua. Cuando llegó la hora de volver a casa, yo no quería salir del agua. Nos roban la tierra y el agua por la fuerza; incluso intentan acabar con nuestra voluntad de sobrevivir. Pero, ¿creen que pueden llegar a comprender verdaderamente esta tierra y lo que encierra? ¿Que pueden conocerla y poseerla como lo hacemos nosotros? Yo digo que no.
Una conexión profunda con la tierra
Un día, cuando volvía a casa, me dieron el alto en el puesto de control de Hamra. Los soldados me pidieron el documento de identidad y registraron mi vehículo. Yo llevaba cinco azufaifas, frutas de un arbusto conocido como “espina de Cristo”, originario de esta zona.
Tiene raíces culturales profundas en nuestras comunidades: se canta sobre ella, se usan sus hojas en remedios curativos y la miel de sus flores se considera la mejor. El soldado preguntó qué eran, y yo contesté en broma: “manzanas de Europa”. Me pidió una y le dije que no. Así que me retuvo hasta que acepté dársela. ¿Dónde estaba la ironía? A sólo unos metros detrás de él había un arbusto lleno de los mismos frutos, y ni siquiera los había reconocido.
A pesar de todas estas dificultades, tenemos claro que moriremos o viviremos en el mismo sitio: nuestra tierra. No queremos vivir ni morir lejos de ella. Por eso, lo menos que podemos hacer es protegernos y proteger nuestras comunidades.
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