“En el noroeste de Siria, más de un millón de personas podrían quedarse sin alimentos, agua, vacunas contra la COVID-19 y medicamentos esenciales si el Consejo de Seguridad de la ONU no renueva la autorización para la entrega transfronteriza por la ONU de ayuda humanitaria a través del paso de Bab al Hawa, en la frontera turca”, ha declarado hoy Amnistía Internacional. El Consejo decidirá si se prorroga la resolución en las próximas dos semanas.
En 2020, China y Rusia vetaron unas resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que habrían permitido que permanecieran abiertos otros dos pasos: el de Bab al Salam, en el noroeste, y el de Al Yarubiyah. Bab al Hawa es, por tanto, el único y último paso existente que queda abierto para la ayuda transfronteriza de la ONU. Según el personal de ayuda humanitaria que trabaja en el noroeste de Siria que, su cierre tendría un impacto devastador en el dicha región, donde actualmente esta ayuda llega cada mes al 85% de las personas que la necesitan.
“Debido al abuso por Rusia y China de su derecho de veto el año pasado, Bab al Hawa es ahora la única esperanza que queda para la población civil del noroeste de Siria. Su cierre tendrá consecuencias humanitarias catastróficas, como vimos este año pasado tras el cierre del paso de Al Yarubiyah”, ha declarado Diana Semaan, investigadora sobre Siria de Amnistía Internacional.
“Pedimos al Consejo de Seguridad que reautorice el acceso humanitario a través de Bab al Hawa y que reabra los pasos de Bab al Salam y Al Yarubiyah. Es una vergüenza que las posturas políticas en el Consejo de Seguridad sigan dificultando la respuesta internacional a una de las peores crisis humanitarias de nuestra era”.
El 22 de junio, el ministro de Asuntos Exteriores ruso Sergey Lavrov insinuó que Rusia iba a bloquear la renovación del paso de Bab al Hawa, insistiendo en que son posibles rutas alternativas para la entrega de ayuda humanitaria y que el papel de Turquía no es esencial.
Amnistía Internacional entrevistó a 20 trabajadores y trabajadoras de ayuda humanitaria que llevan esta ayuda al norte de Siria y que explicaron a la organización que el cierre de Al Yarubiyah, el paso fronterizo que va desde Irak al nordeste, ha provocado una escasez grave de ayuda y suministros médicos.
También dijeron que la reapertura del paso de Bab al Salam sería crucial para garantizar que la entrega de ayuda fuera sostenida, puntual y rentable. Según el personal de ayuda humanitaria, depender únicamente de Bab al Hawa es arriesgado en el caso de que se reanuden las hostilidades debido a su proximidad a la primera línea. Además, el transporte de la ayuda tarda más y es más caro porque Bab al Hawa está lejos de la zona rural situada al norte de Alepo que recibía ayuda desde Bab al Salam.
Siria y sus aliados tratan de poner fin al mecanismo transfronterizo establecido por el Consejo de Seguridad de la ONU en 2014, y exigen que la ayuda se canalice a través de la capital, Damasco, en lo que se conoce como “a través de las líneas de conflicto”.
En virtud del derecho internacional humanitario, todas las partes del conflicto sirio tienen la obligación de garantizar el acceso sin trabas a ayuda humanitaria imparcial de la población civil que la necesita. El gobierno sirio debe garantizar que la población civil de toda Siria recibe la ayuda humanitaria que necesita para sobrevivir.
Apoyo irreemplazable de la ONU
Entre diciembre de 2019 y marzo de 2020, los gobiernos sirio y ruso lanzaron una ofensiva militar brutal en el noroeste de Siria que obligó a casi un millón de personas a huir de sus casas y exacerbó una situación humanitaria que ya era terrible. Según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, el 40,7% de las personas desplazadas en 2020 sufren actualmente inseguridad alimentaria.
Toda la ayuda transfronteriza está limitada ahora al paso de Bab al Hawa, y el 50% de la ayuda y de los servicios que se entregan a través de este único paso lo proporciona la ONU. Organizaciones humanitarias internacionales y sirias han dicho a Amnistía Internacional que el apoyo de la ONU es irreemplazable.
“Años de hostilidades y de desplazamiento masivo han causado un desastre humanitario en el noroeste de Siria. El que Rusia esté considerando siquiera la posibilidad de eliminar la última vía de esperanza es absolutamente cruel”, afirmó Diana Semaan.
El secretario general Antonio Guterres advirtió el 23 de junio de que la no renovación de la autorización para Bab al Hawa tendría “consecuencias devastadoras”.
Los trabajadores y trabajadoras de ayuda humanitaria dijeron que dependen de la ONU para recibir suministros médicos esenciales y para entregar entre el 70% y el 80% de la ayuda humanitaria y del agua.
La ONU desempeña un papel fundamental en la entrega de vacunas en el noroeste de Siria y, en abril de 2021, la región recibió una primera partida de 53.800 dosis de vacunas contra la COVID-19. Todas las personas que trabajan en la ayuda humanitaria con las que habló Amnistía Internacional confirmaron que, si no se renueva la resolución en julio, la zona no recibirá su segunda partida de vacunas a través de la frontera. Aun en el caso de que las vacunas se entregaran desde Damasco o desde Turquía, sin la asistencia técnica y logística de la ONU, las organizaciones locales no podrían gestionar su almacenamiento y distribución.
Una persona de la ayuda humanitaria que trabaja en Turquía dijo que la adquisición de vacunas contra la COVID-19 es “casi imposible” dada la demanda mundial, y añadió que, sin el apoyo de la ONU, no podrían garantizar un almacenamiento seguro.
Además, si no se renueva la resolución, las ONG locales perderían la financiación de sus programas por la ONU, en especial los relativos a protección, educación y salud, que son fundamentales.
Una persona siria que trabaja en la ayuda humanitaria en Idlib dijo a Amnistía Internacional: “El cincuenta por ciento de nuestros fondos vienen de la ONU, lo que significa que el número de personas a las que llegamos se reducirá a la mitad si no se renueva la resolución […] ¿Pueden imaginar el impacto?”
Crisis médica en el nordeste
Muchos de estos problemas ya se están materializando en el nordeste de Siria, controlado predominantemente por la administración autónoma kurda, donde alrededor de 1,8 millones de personas dependen de la ayuda humanitaria para sobrevivir. En enero de 2020, se cerró el paso de Al Yarubiyah, lo que puso fin a la entrega de ayuda de la ONU desde la frontera con Irak.
Las operaciones de la ONU a través de Al Yarubiyah iban a ser sustituidas por entregas desde Damasco, en poder del gobierno, pero el volumen de la ayuda, especialmente de la médica, que llegaba a la zona disminuyó radicalmente debido a los obstáculos burocráticos del gobierno sirio y a las restricciones al acceso. Las organizaciones humanitarias también perdieron el acceso a la financiación de la ONU, lo que las dejó con dificultades para mantener sus operaciones.
Más de un año después del inicio de la pandemia, la zona sigue sufriendo una escasez grave de suministros necesarios para realizar pruebas, carece de fondos suficientes para los centros COVID-19 y tiene dificultades para conseguir oxígeno. Según el personal de ayuda humanitaria, podrían cerrar al menos nueve centros de salud que dependen de ONG. Estas organizaciones no pueden garantizar el suministro continuo de medicamentos esenciales para tratar la diabetes y las infecciones cardiovasculares y bacterianas, además de kits de tratamiento después de una violación y de salud reproductiva que antes proporcionaban la OMS y el UNFPA a través de la frontera.
El personal de ayuda humanitaria afirmó también que la ausencia de un mecanismo de vigilancia o de rendición de cuentas hace que sea imposible saber si la ayuda médica entregada por la ONU a autoridades del gobierno sirio en el nordeste se está distribuyendo a centros de salud de la zona. Las autoridades sirias tienen un largo historial de desvío y obstaculización de la ayuda humanitaria.
“La idea de que el gobierno sirio pueda sustituir la ayuda de la ONU es absurda. No sólo sería imposible que el gobierno igualase la escala de la ayuda que se proporciona a través de la frontera, sino que las autoridades son tristemente conocidas por bloquear sistemáticamente el acceso humanitario”, concluyó Diana Semaan.
Según el personal humanitario, no ha llegado ninguna ayuda de la ONU a las poblaciones de Kobani y Menbij desde que se cerró Al Yarubiyah debido a las restricciones del gobierno. Estas localidades, con una población de alrededor 350.000 habitantes, dependen ahora sobre todo de la ayuda de organizaciones humanitarias internacionales y de la administración autónoma, que no pueden cubrir las necesidades de la población.
Una profesional de la salud de Menbij dijo que no podían tratar enfermedades crónicas como el cáncer, la talasemia y la diabetes y que se veían obligados a escoger a qué pacientes atender debido a la escasez de suministros. Añadió que todavía no estaba claro si Menbij y Kobani serían incluidas siquiera en el reparto de la vacuna contra la COVID-19.
“Es vital que el Consejo de Seguridad autorice de nuevo los tres pasos —Bab al Hawa, Al Yarubiyah y Bab al Salam— durante un periodo mínimo de 12 meses, como exige con urgencia cualquier valoración justa de la situación humanitaria”, concluyó Diana Semaan.