Por Bernardita Boock, presidenta de Amnistía Internacional Chile
Este 25 de noviembre, Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, llega en medio de denuncias de violencia sexual contra autoridades y figuras públicas que han vuelto a relevar la devastadora situación de desigualdad y abuso que viven las mujeres en Chile en todas las esferas. La violencia de género tiene multiplicidad de caras y es deber del Estado tomar las medidas necesarias para garantizar, proteger y prevenir todas las formas de violencia y discriminación, pero también es responsabiliad de la sociedad en su conjunto, especialmente de los hombres.
El Estado chileno tiene una deuda histórica en este tema. Si bien ha habido avances normativos, como la aprobación en marzo de la ley integral contra la violencia hacia las mujeres o el anuncio del proyecto de ley de aborto legal, también existen deudas pendientes, como ha destacado recientemente la Convención para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) en su último informe.
Por un lado, llaman la atención los discursos revictimizantes de algunos medios de comunicación al abordar las distintas formas de violencia hacia la mujer, perpetuando estereotipos de género que desalienta a las víctimas a denunciar de forma segura, libre y sin temor. Aunque recientemente se ha extendido un oficio por parte del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género contra el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) con respecto a este tema, es sólo una muestra más del gran trabajo pendiente que queda al respecto.
Por otro lado, el Estado tiene la obligación de desarrollar políticas en esta materia que apunten a resolver los problemas de fondo y consideren aquellos factores que aumentan la vulnerabilidad de las mujeres ante la violencia machista, como por ejemplo la pobreza y la dependencia económica. A esto se suma la falta de información estadística completa y desglosada sobre violencia contra las mujeres, lo que impide dimensionar la gravedad en el contexto nacional. Estos datos no son solo números; son herramientas clave para diseñar políticas públicas que aborden las raíces de esta problemática.
Por supuesto, para todo esto es imprescindible contar con los recursos necesarios que permitan una implementación adecuada así como lograr su correcta operatividad. De ahí la importancia de que el actual debate en torno al presupuesto 2025 contemple y priorice estas demandas.
Por último, un componente esencial para erradicar la violencia es avanzar hacia una educación sexual integral (ESI) pertinente a las diferentes etapas del desarrollo que entregue herramientas a niños, niñas y adolescentes para construir un futuro y una sociedad más justa e igualitaria. La educación es la base para formar personas más conscientes que rompan con los actuales estereotipos. No solo debe enfocarse en el conocimiento biológico, sino en enseñar sobre consentimiento, autoestima, afectividad, respeto mutuo y cómo identificar y denunciar abusos. Una ESI robusta no solo previene la violencia, sino que también empodera para desmantelar la cultura de la violación.
Cabe destacar que la mayoría de los avances en derechos de las mujeres han sido posibles precisamente gracias a la lucha de los movimientos feministas y de derechos humanos que durante años han exigido progresos y que jamás se han rendido. Pero hoy, no basta con que las mujeres estemos alertas, cuidándonos entre nosotras, urge también un trabajo en conjunto, donde los hombres asuman su responsabilidad en esta lucha, analicen sus acciones y sean agentes activos del cambio.
Construir una sociedad donde las niñas y mujeres vivan libres de violencia es posible, pero requiere compromiso. Este 25 de noviembre, desde Amnistía Internacional recordamos que la justicia reproductiva, la igualdad de género y la erradicación de la violencia son luchas interconectadas. El cambio real solo será posible cuando toda la sociedad, desde el Estado hasta cada individuo, asuma su rol en este desafío. Porque sabemos que no basta con que la vergüenza cambie de bando, en palabras de Gisele Pelicot. Ha llegado el momento de que la responsabilidad también lo haga.