Por Ana Piquer, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Chile
Por estos días se está desarrollando en Escocia la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático “COP 26” y como Amnistía Internacional estaremos presente. No hay tiempo que perder, los Estados deben tomar medidas urgentes y valientes para proteger los derechos humanos de todas las personas, no solo de las que vivimos hoy en la tierra, sino también de quienes lo harán mañana.
El cambio climático ya no es un problema del futuro, es una emergencia que se nos presenta en este momento, y que constituye una crisis de derechos humanos de proporciones catastróficas. Las promesas en cuanto a medidas para detener el cambio climático ya eran insuficientes, y ni siquiera dichas promesas han sido cumplidas a cabalidad. Las palabras bonitas y gestos simbólicos no van a limitar el aumento de la temperatura media global a 1,5 grados centígrados.
Además, el cambio climático sigue profundizando las desigualdades en el mundo, como regla general, los países ricos son los mayores emisores del mundo, mientras que los países pobres son quienes viven las consecuencias de los desastres naturales provocados por el aumento en la temperatura media global, parte de lo cual ya es irreversible. Pero al final, nos afecta a toda la humanidad. En lo que va de año hemos visto lluvias torrenciales desde Indonesia hasta Alemania, temperaturas altísimas desde Canadá hasta Pakistán y una devastadora sequía en Madagascar. La llamada “mega-sequía” que vivimos en Chile es parte de esta tendencia.
Los líderes mundiales deben emprender acciones concretas para alcanzar colectivamente las cero emisiones en 2050 o antes, lo que implica reducir para 2030 las emisiones de carbono al menos un 45% respecto a los niveles de 2010. Los países más ricos tienen la obligación de reducir sus emisiones más rápido, y a aumentar su contribución financiera para subvencionar medidas de mitigación, así como apoyo y recursos, incluida una indemnización suficiente, a las personas cuyos derechos se hayan visto afectados negativamente como consecuencia de las pérdidas y daños ocasionados por el cambio climático.
Sabemos que en diferentes partes del mundo ha surgido una fuerza y voluntad colectiva de comunidades, organizaciones y muy particularmente de jóvenes que exigen la adopción de medidas justas y rápidas para proteger el planeta. Los líderes mundiales no pueden ignorar este llamado ni menos la evidente emergencia que vivimos ante el cambio climático, y que se ha convertido en una crisis de derechos humanos con consecuencias trágicas. En Chile, es fundamental tener esto en cuenta no solo en el actual gobierno, sino también en quienes aspiran a gobernar en el próximo periodo. Las nuevas autoridades tendrán el desafío urgente de implementar esto adoptando medidas cada vez más ambiciosas.