AYUDAR A QUE LAS NIÑAS DE BURKINA FASO VUELVAN A SONREIR

Because no one can force you to love someone. Girls may flee on foot hundreds of kilometres to this shelter in Kaya city, northeast Burkina Faso, to escape forced marriage.

De Shiromi Pinto

En Burkina Faso, si eres niña es probable que tu infancia no dure mucho. El matrimonio forzado a edad temprana es habitual, como lo es el embarazo precoz. Pero Martine Kaboré está dando a niñas como estas una segunda oportunidad para vivir la vida que quieren.

Martine Kaboré tiene una misión. Desde hace ocho años, esta licenciada en psicología de 37 años ejerce como trabajadora social en Pân Billa, una casa refugio para sobrevivientes de matrimonio forzado, violación y embarazo no deseado.

“Elegí esta profesión porque es noble”, dice. “Es noble ayudar a muchachas que están en una situación tan difícil a recuperar su sonrisa, su esperanza y su autoestima.”

Hacerlas reír requiere compasión y determinación. En un día normal, Martine comienza la jornada a las siete y media de la mañana, rezando y meditando con las muchachas, que comparten un amplio abanico de creencias, desde el cristianismo hasta el animismo. Hace las tareas domésticas con ellas, como cocinar y limpiar, y después van a la escuela o a clases de alfabetización. Cuatro de las residentes en la casa están ya en la universidad.

Por la tarde, Martine organiza debates sobre cuestiones como el matrimonio forzado. “También hablamos de la posibilidad de que las muchachas vuelvan con sus familias, para ver qué les parece. Hacemos mucha labor de mediación entre las muchachas y sus familias para suavizar la tensión y ayudarlas a reintegrarse.”

Al mismo tiempo, Martine supervisa la salud de las muchachas y sus bebés, garantizando que todos tienen sus vacunas al día. Organiza clases de preparación al parto para las que están embarazadas. “Por último –dice–, visito a las familias para tratar de convencerlas de que abandonen la práctica del matrimonio forzado.”

Superar obstáculos

Situada a las afueras de la capital de Burkina Faso, Uagadugú, Pân Billa acoge actualmente a 20 muchachas y 11 bebés, pero dado que más de la mitad de las niñas de Burkina Faso se casan antes de cumplir 18 años, hay muchas más que necesitan este tipo de apoyo. Las casas refugio suelen tener dificultades para prestarles toda la ayuda que necesitan debido a la escasez de recursos de que disponen.

“No tenemos coche –dice Martine–. Cuando una niña embarazada tiene que ir al hospital, ¡tenemos que llevarla en moto! Es muy difícil. La carretera es un caos, no está asfaltada, y es muy peligrosa para las niñas embarazadas.”

Para Martine, sin embargo, la mayor dificultad no es la escasez de recursos con los que cuenta, sino la resistencia que encuentra en padres y madres.

“Un día –recuerda–, un padre que obligó a su hija a casarse me amenazó. Dijo que si me atrevía a entrar en su casa, iba a enterarme de con quién estaba tratando. Me asusté de verdad y no volví.”

Una nueva vida

Por cada revés hay éxitos que mantienen la determinación de Martine de continuar con su labor. Las muchachas con las que trabaja llegan desesperadas, pero con su ayuda salen adelante y se construyen una nueva vida.

“Hace cuatro años llegó a nuestra casa una niña de 15 años después de negarse a contraer matrimonio forzado y de huir de la casa de su familia –recuerda–. Estaba destrozada. Su familia la había repudiado. Lloró durante un año.” Martine y sus colegas le dieron tratamiento psicológico y, cuando se sintió con más fuerzas, la enviaron a un centro de formación.

“Hoy, estoy orgullosa de su trayectoria. Ahora es una profesional y trabaja en Pân Billa como cocinera. Hoy ha florecido, es independiente. Se ha convertido en mi colega.”