María de los Ángeles: “Me trataron súper mal, un médico me dijo que yo era una asesina”

María de los Ángeles* trabajaba en la misma clínica donde se atendía.  Transitaba su embarazo sin sobresaltos hasta que en la ecografía de la semana 12 le informaron que presentaba problemas pero no le especificaron cuáles. Esperó hasta la semana 16 para conocer el diagnóstico: “mi fetito venía sin cráneo, entonces no era viable”

Estaba desesperada. “Yo le preguntaba al médico y no entendía nada, no sabía qué iba a hacer porque era un embarazo que yo deseaba”. María de los Ángeles se negaba a transitar los nueve meses de gestación sabiendo que su guagua iba a morir.  Le preguntó al médico por la ley de aborto en tres causales. “Me dijo que no sabía, que iba a preguntar en la clínica y que tenía que esperar. Me mandó a rezar, me dijo: ‘reza para que ocurra un milagro’. 

Buscó información en internet para interrumpir su embarazo con misoprostol, pero tenía miedo de lo que pudiera pasarle al tener que hacerlo de forma clandestina. 

Llevaba 18 semanas cuando su doctor le reconoció que era objetor de conciencia entorpeciendo de esta manera el proceso. Ella le solicitó la derivación y él se negó. 

Agobiada pidió ayuda en un hospital público. “Esperé afuera horas a la directora para que me atendiera hasta que por fin lo conseguí y le dije que estaba la ley y ella me respondió: tú hazme la derivación del médico y yo te atiendo”.  

Cansada, con rabia y llorando, llamó al Ministerio de Salud y contó su situación. Le dijeron que necesitaba la derivación. 

El doctor finalmente firmó el documento pero “cuando voy saliendo de la clínica me llama y me dice “devuélvete, ya te tenemos la solución”, relata. Ella como presintió que algo extraño pasaba, le tomó una foto al documento de derivación antes de llegar al consultorio. El médico le pidió el papel y lo rompió en  su cara. Le aseguró que estaban revisando los protocolos y que en la clínica iban a hacerle el aborto. 

Pasaron dos semanas y María de los Ángeles no recibía respuesta. Se sentía afectada anímicamente porque su deseo y su decisión no eran escuchados. Recuerda que la directora de la clínica le dijo que tuviera a la niña porque “después no importa se va a morir, pero tenla, es bonito el embarazo”.

Enojada les decía cuando iba a trabajar: “entiéndanme, respétenme por favor, no quiero seguir con esto, lo estoy pasando mal”. Como los días corrían y seguía sin respuesta llamó al ministerio y dejó  “la embarrá”, como lo expresa ella durante la entrevista. 

Le dieron cita en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile. “Me confirmaron el diagnóstico, mi hija venía sin cráneo y con otras malformaciones que no sé si nadie se dio cuenta o no me quisieron decir”, cuenta indignada.

Le dieron toda la información disponible y le explicaron según su situación los posibles desenlaces. “Mi bebé estaba muy chiquitito para hacer una cesárea y estaba muy grande para hacer un simple aborto. La única solución y la más terrible era hacer una inducción de parto. Mi útero se empezó a llenar de líquido y en cualquier momento iba a explotar, entonces ya pasé a otra causal que era riesgo de vida”.  

A María de los Ángeles le indujeron el parto en la semana 27 y recibió apoyo psicológico desde el primer día de internación. Su hija finalmente falleció e inició el proceso de duelo. 

Sin estar aún recompuesta y con ayuda psicológica y psiquiátrica, tuvo que volver a trabajar a la clínica donde le habían negado la información de manera completa sobre su estado y posteriormente habían entorpecido el ejercicio de su derecho al aborto. “Me trataron súper mal, un médico me dijo que yo era una asesina, que yo había matado a mi hija, que cómo yo hacía eso”.  También la trataron de loca, “yo hasta pensaba en matarme porque lo pasé súper mal porque no encontraba solución”, asegura. 

“Al final era como casi una dictadura, me querían obligar a hacer algo que yo no quería y me obligaron y me tuvieron hasta las 27 semanas, me torturaron, porque así yo lo sentí cuando podría haber sido algo tan simple, porque de verdad era más simple ponerme un misotrol, tener un aborto, a pasar una inducción de parto y que me pasen una guagua grande. Porque esto ya no es un aborto, es un parto y ya pasó”, asevera. 

Cansada del maltrato recurrió a las vías de reclamo y puso una queja en la Superintendencia de Salud. El proceso terminó en mediación. 

Una abogada la acompañó. María de los Ángeles consiguió con su lucha que la clínica estableciera los protocolos para la interrupción del embarazo, que no fuera objetora de conciencia y que contara con personal no objetor. Además le devolvieron el dinero por los gastos en los que había incurrido. 

Cuando le pedimos que defina en una frase qué significa para ella el aborto, responde: “el aborto es decisión de cada mujer. Por favor respeten”.

*María de los Ángeles es un nombre ficticio para proteger la identidad de la protagonista de esta historia.

Conoce la historia de otras mujeres: